N° 31 septiembre - octubre 2004
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Revista Nº 31
Ilustración: Pancho Cordovez

Estimación de las morcillas


No se crea que todos los viajeros sueñan con hoteles de cinco estrellas. Más aprovechan los viajeros jóvenes que acuden a hostales o pensiones, estos pueden aproximarse a la gente, deambular por calles, plazas y campos, y, en consecuencia, algo entender de otros modos de vida. Por supuesto que las cinco estrellas son buenas para cantantes, toreros, futbolistas y personas de la tercera edad; los primeros las necesitan porque, agobiados por la intensidad de su trabajo, deben descansar, y los segundos, debido a los cuidados que deben prodigar a su salud. En todo caso, viajeros de hostal o de cinco estrellas, que no sean quisquillosos, cuando entren a los diversos rincones de la realidad tendrán oportunidad de conocer interesantes objetos y acciones.

Si los viajeros van por los mercados andinos y por las plazas de las poblaciones de la Costa se encontrarán con infinidad de colores y texturas. Frutas, legumbres, cereales y flores irradian matices singulares. Digamos que los puestos de artesanías entregan buena parte del color. De igual modo, la comida no solo que resalta el color, sino que se adelanta con el olor. Otra cosa es el sabor, asunto que depende de un sentido en extremo puntilloso.

Allí están las morcillas: en la Costa, negras; en la Sierra, blancas. Las primeras son las tradicionales europeas. Las segundas son una deliciosa variedad nativa de los Andes. Se ha de saber que para elaborar estas últimas se utilizan tripas frescas de cerdo, lavadas por los dos lados y restregadas con hierba buena. Las tripas deben reposar un tiempo en agua, acompañadas con hojas de la planta mencionada.
Otra etapa del proceso es la que corresponde a la preparación del condumio. Éste se hace con arroz cocido, col finamente picada, miel de caña de azúcar, pasas, aceitunas, sal y un picadillo de bledo. A la falta de éste se añade orégano; mas al haber los dos, igualmente se los utiliza porque no se oponen, los dos son digestivos y aromatizantes.

La tercera etapa es la de rellenar. Suelen utilizar un embudo. Así, lentamente la tripa va engordando. Terminada esta labor, se amarra la tripa cada diez o quince centímetros. Luego se pincha la morcilla con un tenedor, operación que evita el estallido durante la cocción. Acostumbran cocinarla en un caldo aliñado con cebollas, ajos, zanahorias…

Por último, fríen la morcilla en una sartén y la dejan dorada por los lados. La sirven cortada en trozos guarnecidos con mote pelado y ají.
Los viajeros observarán las morcillas encaramadas sobre grandes porciones de mote o sencillamente confundidas con maduros fritos, papas enteras cocidas y otros provocadores guisos. Bueno es saber que la gente de Sangolquí, Machachi, Latacunga, Salcedo, Ambato, Chambo, y más al sur, comen este embutido entre las diez de la mañana y las cuatro de la tarde.


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