N° 23 Mayo - junio de 2003
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Por Eduardo Almeida
Ilustración tomada de Monumentos Arqueológicos del Ecuador. 2003

Isla de la Plata


La isla obtuvo su nombre cuando los españoles, gracias a las crónicas de Bartolomé Ruiz, que desembarcó en sus costas en 1526, descubrieron que era un santuario aborigen al que acudían los pueblos costeros para dejar ofrendas de oro y, sobre todo, de plata. Las piezas eran enterradas en lugares sagrados como homenaje a sus dioses.

Años más tarde, en los textos geopolíticos se menciona algo más sorprendente que relacionaba a la isla con el valioso metal: hacia 1571, en la Geografía y Descripción Universal de las Indias, se anota: “la Isla de la Plata se halla a tres leguas del cabo de San Lorenzo al sudoeste, de legua y media de circuito; descubrióla Francisco Pizarro, que aunque no era habitada era adoratorio de los indios, donde había un templo muy rico en oro y plata” (López de Velasco, 1894: 447).

Pero también obtuvo ese apelativo gracias a las leyendas de piratas. Se decía que los rufianes del mar escondían sus botines (gran parte de ellos de plata) en los recovecos de la isla. A comienzos del siglo XX, en el álbum fotográfico de Manabí se reconoce que la Isla de la Plata “por su posición ventajosa fue escogida por los piratas como punto de reunión y descanso. En ella fondeó el famoso Drake y repartió el botín entre su gente” (Ceriola, 1912: 5). En efecto, sir Francis Drake, nacido en Inglaterra en 1540, anduvo por los puertos de Chile, Perú y Quito (actual Ecuador), sembrando el pánico y atacando a las embarcaciones que llevaban oro y plata a España. Dicen los registros escritos que en 1577 el pirata abordó un barco mercante en las cercanías de Valparaíso y, en las costas quiteñas, capturó un buque que se dirigía a Panamá cargado de plata peruana (Lucena Salmoral, 1992: 98, 103).

Se tiene la certeza de que sir Francis Drake reparó sus navíos en la isla Puná. No sería descabellado entonces suponer que hubiese utilizado a las Galápagos y a la Isla de la Plata como escondite y astillero. La geopolítica guarda la huella del pirata: el nombre de la única bahía de la isla es, precisamente, Bahía Drake.

En la Isla de la Plata, los arqueólogos han hallado varias piezas de las culturas nativas del Litoral. Sus tierras fueron exploradas a finales del siglo pasado por G. Dorsey, quien descubrió una serie de importantes objetos enterrados: figurillas de plata y piezas de cerámica de la época inca. Estas evidencias son el testimonio de un sacrificio ritual que tenía como finalidad legitimar la presencia y dominio del Estado Inca en la región.

Los estudios de Estrada (1962) y los de Marcos y Norton (1981) han permitido descubrir que este paraje fue utilizado por el ser humano desde hace por lo menos 5.000 años, cuando empezó a servir como lugar de explotación y puerto para exportar la concha Spondylus, valioso objeto de intercambio y amuleto sagrado de las culturas aborígenes.

Estrada ha concluido, además, que la Isla de la Plata fue utilizada como un santuario durante la época de la cultura Bahía de Caráquez, en épocas ligeramente anteriores a la Era Cristiana


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