N° 27 Enero - febrero de 2004
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Por Eduardo Almeida
Foto Eduardo Almeida

Las Tolas

Uno de los elementos arqueológicos de mayor dispersión en la geografía ecuatoriana son los montículos artificiales de tierra y cangagua conocidos con el nombre de tolas. Estas construcciones han sido registradas por los arqueólogos en la Amazonía, en la Sierra y en la Costa.

Los montículos pertenecen a diferentes épocas y filiaciones culturales, siendo los más antiguos aquellos descubiertos en la aldea valdiviana de Real Alto, cuya cronología estimada es de 3 000 años a.C.

Los resultados de las investigaciones los identifican como montículos de uso ceremonial, y muy probablemente es la función más recurrente a lo largo de la historia aborigen prehispánica. Esta tradición cultural milenaria constituye un ejemplo de arquitectura sencilla, que evidencia la práctica de formas de organización social con diferentes grados de evolución.

Inicialmente, las sociedades tribales de la época formativa construyeron montículos en medio de una plaza, como espacios de práctica de ritos a la tierra y a los antepasados. Más tarde, los pueblos de la costa, a partir del año 300 a.C., edificaron centenares de tolas y plataformas elevadas, destinándolas a usos funerarios y como cimiento para viviendas, en aquellas áreas sujetas a inundaciones periódicas o afectadas por la superficialidad de las aguas freáticas, como es el caso del asentamiento de la isla de la Tolita en la provincia de Esmeraldas.

La mayor distribución de este rasgo cultural se produce en la última época de las sociedades aborígenes, a partir del 800 d.C., cuando los pueblos se hallaban organizados en señoríos y gobernados por personajes de prestigio étnico o caciques.

En esta etapa de la conformación social andina, la construcción de plataformas truncadas de tierra y cangagua, así como los montículos circulares, lograron mucha aceptación entre las sociedades indígenas. Suponemos que fue así porque se las ha encontrado en amplias zonas de la serranía.

Un buen ejemplo son las tolas halladas en el territorio de la cultura Caranqui (foto, hacienda Zuleta), cuyos límites geográficos se extendían desde el valle del Chota, por el norte, hasta Guayllabamba, por el sur, incluyendo la ceja de montaña occidental habitada por el pueblo Yumbo.

Los montículos más conocidos en la Amazonia son aquellos estudiados hace varios años por Pedro Porras en el sitio Huapula o Sangay, en la provincia de Morona Santiago. Varios complejos con esta clase de testimonio han sido hallados en las riberas del río Upano, algunos de ellos agrupados en sugerentes geoglifos, dispuestos en medio de un espacio que, visto desde el aire, tiene la apariencia de un campo urbanizado.

Otros asentamientos con tolas se hallan en la hacienda Zulia, en las cercanías de Shell (provincia de Pastaza), además de cientos de pequeños montículos en la Amazonía aún no estudiados.

Este testimonio arqueológico demuestra que las sociedades indígenas, en tiempos pretéritos, al margen de las condiciones ambientales y geográficas, establecieron una forma generalizada de vincular sus costumbres y tradiciones con el paisaje.

Esto, demandó un alto nivel de organización a sus constructores a la hora de materializar las creencias religiosas en espacios elevados. Las tolas constituyen, sin duda alguna, un patrimonio arqueológico simbólico de la identidad cultural del Ecuador contemporáneo.



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