N° 38 Noviembre - diciembre de 2005
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Por Eduardo Almeida
Foto Eduardo Almeida

Tumba múltiple de Pilaloma

Pilaloma es uno de los sectores del templo de Ingapirca, localizado a 9 km del cantón El Tambo, en la provincia del Cañar. Pilaloma es una estructura semi ovoidal de piedra, en cuyo interior se encuentran ocho recintos habitacionales, de los cuales seis están alrededor de una plaza. En el centro de ésta se descubrió, en los años setenta, una tumba múltiple.

En la superficie, la tumba tenía una gran piedra ligeramente triangular. A nivel del suelo se encontró un empedrado circular que cubría el área en la cual fueron depositados 11 cuerpos, todos ellos envueltos en un fardo funerario y colocados en semicírculo, con las cabezas hacia el sur y los pies hacia el norte.

Los 11 cadáveres corresponden a adultos de más de 20 años, ocho son de sexo femenino, uno de sexo masculino y el sexo de dos de ellos aún no ha sido identificado. De acuerdo con la investigación realizada por la Misión Científica Española, se deduce que una mujer fue el personaje principal de esta tumba, puesto que su cuerpo estaba adornado con gran cantidad de objetos de cobre, hueso y concha. En la tumba también se hallaron vasijas, compoteras y huellas de cordeles y textiles, todo ello de filiación cañari.

Para los pueblos andinos prehispánicos la muerte fue considerada como una etapa de transición a otra vida. Desde la época de las primeras sociedades agrícolas de la península de Santa Elena, los habitantes de la cultura Valdivia enterraban a sus muertos en fosos abiertos en el interior de sus casas. Los cuerpos estaban acompañados de ofrendas y bienes que supuestamente ayudarían al fallecido en su viaje al más allá.
Esta costumbre se convirtió en una constante compleja en el ritual de la muerte, llegando a ser una actividad que involucró a todos los estamentos de la sociedad. Tanto las élites gobernantes como los señores étnicos y caciques eran enterrados con un ajuar funerario compuesto por utensilios de oro y cerámica; se acompañaba el cuerpo con alimentos, bebidas, animales domésticos sacrificados e incluso personas allegadas al difunto.

La práctica del rito funerario deja entrever el estatus y la condición social de los individuos, y demuestra el valor que representaba para los pueblos indígenas la conservación y veneración de los despojos mortales.

No de otra manera se explica la costumbre de resaltar en el paisaje los sitios destinados a necrópolis o cementerios. En el caso de Pilaloma, se utilizó una huanca o piedra de gran tamaño. Otras culturas, como los caranquis en la Sierra norte, construyeron montículos circulares de tierra sobre las sepulturas.

La arquitectura de Ingapirca es de origen inca, no así la tumba de Pilaloma que corresponde a una ocupación anterior (cultura Cañari). Este dato, a más de otros testimonios, demuestra que los incas reocuparon asentamientos de los pueblos locales en su proceso de expansión en los Andes.



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