De los tres tipos de coatí ecuatorianos, este es el amazónico. Se distingue de sus parientes —cusumbo, olinguito, osito lavador— por su larga nariz (de ahí su nombre en latín, “narizón narizón”). Este hocico tiene músculos y nervios que lo habilitan para el cortejo, para sacar presas de pequeñas cavidades o direccionar su agudo olfato. De día forrajea por invertebrados en el suelo y frutas en los árboles. Mientras que los machos son solitarios, hembras y juveniles se trasladan en sonoras bandas de hasta 30 individuos. Cuando la fruta abunda, las hembras entran en celo al mismo tiempo y admiten dentro del grupo, en condición subordinada, al macho, que se apareará con todas las que pueda. Las hembras preñadas se retiran a un árbol donde construirán un nido, parirán y esperarán a que las crías —de 2 a 7— puedan movilizarse, para reintegrarse a la banda. Es de amplia distribución y adaptabilidad, pero lo amenazan la cacería y la pérdida de hábitat.