Marzo 2001
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Por Ernesto Salazar
Foto Jonathan Green

Capacñan

En los caminos de la Sierra se recurrió mucho al pavimento con piedra y la construcción de canales de desagüe para impedir que la lluvia o la nieve lo deteriore.

Cruzando el Tahuantinsuyu con sus compañeros de armas, el joven Pedro Cieza de León (que más tarde sería considerado “el príncipe de los cronistas”), se enamoró del imperio inca y decidió escribir su historia. Podemos imaginarlo entrando en los pueblos y hablando con vecinos, caciques y gobernadores, visitando sus huacas, comiendo sus viandas, observando la vestimenta y receptando historias y tradiciones locales, hasta llegar a los centros de poder inca y extasiarse ante su magnificencia. Y uno puede imaginarse cuántas veces habrá transitado el soldado-cronista por el gran capacñan o camino real, el que los Incas construyeron para administrar el vasto imperio.

Él mismo lo dice: Una de las cosas de que yo más me admiré, contemplando y notando las cosas de este reino, fue pensar cómo y de qué manera se pudieron hacer caminos tan grandes y tan soberbios, y qué fuerzas de hombres bastaron a los hacer y con que herramientas e instrumentos pudieron allanar los montes y quebrantar las peñas, para hacerlos tan anchos y buenos como están. Y eso que Cieza no lo vio todo, ni en su estado original, porque para el tiempo de su entrada en los Andes (1548-1550), mucho de las vías incásicas se encontraba en franco deterioro. Viendo, sin duda, mucho menos, y cincuenta años después, el jesuita Bernabé Cobo dijo de los caminos incas que, considerando el poco aparejo que esta gente tenía de artífices, instrumentos y herramientas, era obra grandiosa que podía competir con las más soberbias de los romanos. En fin, observando todavía mucho menos, y doscientos cincuenta años después, Humboldt dijo: el gran camino incaico fue una de las mas útiles, y al mismo tiempo, más gigantescas obras jamás realizadas por el hombre.

¿En qué reside la fascinación occidental por los caminos incas? En primer lugar, en su extraordinaria longitud. Sólo el camino de la Sierra, desde Quito (Ecuador) hasta Mendoza (Argentina) se estima que tenía 5.658 km, lo que da una apreciación instantánea de la vastedad del imperio precolombino. En segundo lugar, en la diversa topografía que cubren los caminos incásicos. Desde esta perspectiva, las modernas carreteras que cruzan la inmensa llanura de Texas no parecen tan grandiosas frente al esfuerzo inca de tender caminos por abruptas montañas, profundos desfiladeros, anchos ríos y torrentes, desiertos y pantanos, con todos los desafíos técnicos que esto implica.En tercer lugar, en que los caminos incas no constituyeron esfuerzos aislados, sino una red que abrazaba todo el imperio y un símbolo del poder omnipresente del Estado.

El capacñan no solo fue un sistema administrativo, de transporte y comunicaciones, sino también un medio para delimitar las cuatro regiones del Tahuantinsuyu. Realmente. se puede decir que logro igual fue alcanzado en la antigüedad solo por los romanos, aunque con alguna diferencia en la magnitud de la obra. Se estima que los Incas construyeron una red caminera de 23.000 km que tal vez se extienda hasta 40.000 km en futuras investigaciones, mientras los romanos tenían una red vial de 90.000 km, proyectada con caminos locales hasta los 200.000 1cm.

 

Lee el artículo completo en la edición No 11
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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