Cruzando
el Tahuantinsuyu con sus compañeros de
armas, el joven Pedro Cieza de León (que
más tarde sería considerado “el
príncipe de los cronistas”), se
enamoró del imperio inca y decidió
escribir su historia. Podemos imaginarlo entrando
en los pueblos y hablando con vecinos, caciques
y gobernadores, visitando sus huacas, comiendo
sus viandas, observando la vestimenta y receptando
historias y tradiciones locales, hasta llegar
a los centros de poder inca y extasiarse ante
su magnificencia. Y uno puede imaginarse cuántas
veces habrá transitado el soldado-cronista
por el gran capacñan o camino real, el
que los Incas construyeron para administrar
el vasto imperio.
Él mismo lo dice: Una de las cosas de
que yo más me admiré, contemplando
y notando las cosas de este reino, fue pensar
cómo y de qué manera se pudieron
hacer caminos tan grandes y tan soberbios, y
qué fuerzas de hombres bastaron a los
hacer y con que herramientas e instrumentos
pudieron allanar los montes y quebrantar las
peñas, para hacerlos tan anchos y buenos
como están. Y eso que Cieza no lo vio
todo, ni en su estado original, porque para
el tiempo de su entrada en los Andes (1548-1550),
mucho de las vías incásicas se
encontraba en franco deterioro. Viendo, sin
duda, mucho menos, y cincuenta años después,
el jesuita Bernabé Cobo dijo de los caminos
incas que, considerando el poco aparejo que
esta gente tenía de artífices,
instrumentos y herramientas, era obra grandiosa
que podía competir con las más
soberbias de los romanos. En fin, observando
todavía mucho menos, y doscientos cincuenta
años después, Humboldt dijo: el
gran camino incaico fue una de las mas útiles,
y al mismo tiempo, más gigantescas obras
jamás realizadas por el hombre.
¿En qué reside la fascinación
occidental por los caminos incas? En primer
lugar, en su extraordinaria longitud. Sólo
el camino de la Sierra, desde Quito (Ecuador)
hasta Mendoza (Argentina) se estima que tenía
5.658 km, lo que da una apreciación instantánea
de la vastedad del imperio precolombino. En
segundo lugar, en la diversa topografía
que cubren los caminos incásicos. Desde
esta perspectiva, las modernas carreteras que
cruzan la inmensa llanura de Texas no parecen
tan grandiosas frente al esfuerzo inca de tender
caminos por abruptas montañas, profundos
desfiladeros, anchos ríos y torrentes,
desiertos y pantanos, con todos los desafíos
técnicos que esto implica.En tercer lugar,
en que los caminos incas no constituyeron esfuerzos
aislados, sino una red que abrazaba todo el
imperio y un símbolo del poder omnipresente
del Estado.
El capacñan no solo fue un sistema administrativo,
de transporte y comunicaciones, sino también
un medio para delimitar las cuatro regiones
del Tahuantinsuyu. Realmente. se puede decir
que logro igual fue alcanzado en la antigüedad
solo por los romanos, aunque con alguna diferencia
en la magnitud de la obra. Se estima que los
Incas construyeron una red caminera de 23.000
km que tal vez se extienda hasta 40.000 km en
futuras investigaciones, mientras los romanos
tenían una red vial de 90.000 km, proyectada
con caminos locales hasta los 200.000 1cm.
Lee
el artículo completo en la edición
No 11
de ECUADOR TERRA
INCOGNITA |
|