Navegábamos
con el sol sobre la cabeza mientras el viento
producido por el rápido desplazamiento
de la canoa disimulaba un poco el húmedo
calor tropical. Ahí conocí a Pi‘chi,
un motorista tan experto a la hora de navegar
el río que a ratos me parecía
que podía comunicarse con él.
Al poco tiempo me enteré de que Pi ‘chi
no era su verdadero nombre sino un apodo en
Chapalachi (idioma de los Chachis) que significa
“del agua”.
El viaje por las riveras de los ríos
Santiago, Cayapas y Ónzole constituía
una experiencia llena de verdor, agua y ruidos
de selva. A lo largo de sus orillas encontré
comunidades afroecuatorianas y chachis cuyos
nombres son tan llamativos como su entorno natural:
Viruela, Zapote, Timbiré, Selva Alegre,
Tsjepí, Playa de Oro, Jeyembí,
San Miguel, Loma Linda...
La zona baja de la Reserva se extiende desde
las estribaciones occidentales de los Andes
hacia la verde planicie costanera de Esmeraldas.
Antes de iniciar mi viaje revisé varios
textos que detallaban extensas listas de especies,
formaciones vegetales, zonas de vida y otros
datos técnicos que dibujaban en mi mente
la selva del Chocó, pero al estar dentro
de ella y sentirla descubrí que la idea
formada anteriormente era simplemente insignificante.
Luego de remontar el Cayapas por ocho horas,
Pi‘chi me indicó que llegábamos
al poblado de San Miguel; del un lado del río
había una comunidad negra y del otro
una chachi. Estos dos grupos han ocupado la
zona desde hace unos 450 años; en el
caso de los negros, las comunidades se formaron
de esclavos que huían de las explotaciones
auríferas de los españoles. Los
Chachis, o Cayapas, como erróneamente
se los conoce, migraron desde la Sierra donde
los conquistadores habían usurpado sus
tierras.
En San Miguel se me facilitó un acompañante
de cada comunidad; los dos compartían
el nombre de Héctor. Solícito,
el moreno se ofreció a que le llamemos
Géctor, para evitar confusiones, dijo.
La relación entre los dos grupos no ha
sido siempre tan colaborativa; al abolirse la
esclavitud en 1850 y al desintegrarse los centros
mineros, los negros se instalaron en los cursos
bajos y medios de los ríos. obligando
a los Chachis a moverse selva adentro. Sin embargo,
los vínculos entre ambas etnias son evidentes.
Un ejemplo es la habilidad con la que los Chachis
tocan la marimba, instrumento de origen africano
que junto con los bombos, cununos y maracas
son infaltables en las fiestas del currulao
o danza de la marimba, donde los negros bailan
al ritmo del “andarele”, el “fabrisiano
carajo”, el “alfandoque” y
la infaltable “caderona”.
Lee
el artículo completo en la edición
No 11
de ECUADOR TERRA
INCOGNITA |
|