Marzo 2001
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Por Armando Ruiz
Foto Pete Oxford y Reneé Bish

Cotacachi Cayapas, reducto de vida

El tigrillo u ocelote (Leopardus pardalis) es uno de los siete felinos que habitan los bosques de la reserva.

Navegábamos con el sol sobre la cabeza mientras el viento producido por el rápido desplazamiento de la canoa disimulaba un poco el húmedo calor tropical. Ahí conocí a Pi‘chi, un motorista tan experto a la hora de navegar el río que a ratos me parecía que podía comunicarse con él. Al poco tiempo me enteré de que Pi ‘chi no era su verdadero nombre sino un apodo en Chapalachi (idioma de los Chachis) que significa “del agua”.

El viaje por las riveras de los ríos Santiago, Cayapas y Ónzole constituía una experiencia llena de verdor, agua y ruidos de selva. A lo largo de sus orillas encontré comunidades afroecuatorianas y chachis cuyos nombres son tan llamativos como su entorno natural: Viruela, Zapote, Timbiré, Selva Alegre, Tsjepí, Playa de Oro, Jeyembí, San Miguel, Loma Linda...

La zona baja de la Reserva se extiende desde las estribaciones occidentales de los Andes hacia la verde planicie costanera de Esmeraldas. Antes de iniciar mi viaje revisé varios textos que detallaban extensas listas de especies, formaciones vegetales, zonas de vida y otros datos técnicos que dibujaban en mi mente la selva del Chocó, pero al estar dentro de ella y sentirla descubrí que la idea formada anteriormente era simplemente insignificante.

Luego de remontar el Cayapas por ocho horas, Pi‘chi me indicó que llegábamos al poblado de San Miguel; del un lado del río había una comunidad negra y del otro una chachi. Estos dos grupos han ocupado la zona desde hace unos 450 años; en el caso de los negros, las comunidades se formaron de esclavos que huían de las explotaciones auríferas de los españoles. Los Chachis, o Cayapas, como erróneamente se los conoce, migraron desde la Sierra donde los conquistadores habían usurpado sus tierras.

En San Miguel se me facilitó un acompañante de cada comunidad; los dos compartían el nombre de Héctor. Solícito, el moreno se ofreció a que le llamemos Géctor, para evitar confusiones, dijo. La relación entre los dos grupos no ha sido siempre tan colaborativa; al abolirse la esclavitud en 1850 y al desintegrarse los centros mineros, los negros se instalaron en los cursos bajos y medios de los ríos. obligando a los Chachis a moverse selva adentro. Sin embargo, los vínculos entre ambas etnias son evidentes. Un ejemplo es la habilidad con la que los Chachis tocan la marimba, instrumento de origen africano que junto con los bombos, cununos y maracas son infaltables en las fiestas del currulao o danza de la marimba, donde los negros bailan al ritmo del “andarele”, el “fabrisiano carajo”, el “alfandoque” y la infaltable “caderona”.

Lee el artículo completo en la edición No 11
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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