No. 112 - marzo abril 2018
 
 
 
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Quinde estrella de garganta azul (Oreotrochilus cyanolaemus), hallado hace poco por la ciencia. Ilustración: Paul Greenfield

 

Un colibrí más
(y no es cualquiera)


C
ontra toda expectativa, en abril de 2017 un ornitólogo ecuatoriano (Francisco Sornoza) y un colibrí hasta entonces desconocido, se encontraron, entre El Oro y Loja, en la sorprendente cumbre del cerro de Arcos. Francisco alcanzó a fotografiarlo. Era un macho joven, difícil de identificar como casi todo colibrí joven. Quienes vieron las fotos no lograron ponerse de acuerdo en la especie a la cual correspondía. Francisco, pertinaz, volvió al sitio y fotografió a un macho adulto con su espectacular gorguera azul y desató las alarmas: ¡un nuevo colibrí!

Cerro de Arcos forma parte de un pequeño ramal de los Andes occidentales, separado del resto de la cordillera por los valles secos de los ríos Jubones, León, Malacatos y Catamayo. Ese ramal, que cubre unos cien kilómetros cuadrados, es todo el ámbito de vida del colibrí en cuestión. Se trata de una especie de estrella andina (del género Oreotrochilus, que significa “colibrí de las montañas”). Estos colibríes, siete especies en el mundo, son los que viven a las mayores altitudes, incluso cerca de la nieve perpetua. Allí liban de las pocas flores con néctar, anidan en rincones protegidos del frío y adormecen su cuerpo en la noche hasta dejar su metabolismo en stand-by para sobrevivir a las gélidas temperaturas.

El pequeño tamaño de su población, menos de 750 individuos, podría explicar que este colibrí estrella haya pasado desapercibido entre los pocos naturalistas que han visitado el ramal andino de Chilla-Tioloma-Fierrourco. También habría influido el difícil acceso a buena parte de su hábitat y una incomprensible desatención de los ornitólogos hacia esta región del país. Su pequeña población y extrema restricción geográfica lo ponen en serio riesgo de desaparecer. Un incendio de proporciones, cosa que es común en nuestros páramos, podría diezmar la población de este colibrí en cuestión de horas o días. El avance de las plantaciones de pino, del pastoreo de ganado o de la recolección incontrolada de la chuquiragua, su alimento favorito, pueden irlo eliminando en el mediano plazo. La apertura de las concesiones de minería metálica que tapizan toda su área de distribución lo terminaría extinguiendo.

Por fortuna, el hallazgo del colibrí estrella de garganta azul (Oreotrochilus cyanolaemus) ha despertado mucho interés en Loja y El Oro (y más allá). La implementación de zonas de conservación hídrica que han planteado Naturaleza y Cultura Internacional y el ministerio del Ambiente, y que es de interés de gobiernos locales y regionales, es una vía importante para su conservación, dada la relevancia de las fuentes de agua para comunidades, ONG y gobiernos parroquiales, municipales y provinciales.

Su inesperada aparición ante Francisco –y luego ante los ojos de los investigadores que lo estudiaron en detalle y lo describieron como una especie nueva– sirvió para llamar la atención hacia una zona de gran importancia para la conservación por su alto grado de endemismo también en otros grupos de organismos. Su garganta azul, única entre los machos del género Oreotrochilus, se acompaña de una espalda verde azulada más brillante que en las otras seis especies del grupo. Tal combinación sobresale en un ecosistema de tonalidades más bien pardas. El reto ahora es entender más de su ecología y de cómo evolucionó en una región tan mínima. Este es uno de los cinco colibríes con el área de distribución más pequeña del mundo. Que no es poca cosa. (Juan Freile)

 





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CONTENIDO REVISTA 112



Portada de la revista Ecuador Terra Incognita No. 112: Los quebrados flancos orientales del volcán Cayambe son una de las zonas más biodiversas y menos exploradas del país. Foto:  Jorge Anhalzer

Portada de la edición actual de Ecuador Terra Incognita.