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Por Juan Fernando Freile
Foto Murray Cooper / Archivo Criollo

Las invisibles aves del bosque

El colaespina pizarrosa (Synallaxis brachyura), junto a los canasteros, subepalos, limpiafrondas, rascahojas y trepamusgos, habita en áreas de vegetación densa y enmarañada de los bosques tropicales occidentales.

La vegetación de la quebrada era muy densa. Desde su interior escuchaba una y otra vez aquel nítido silbido, pero todos mis esfuerzos eran vanos, no podía encontrar al cantor. Parecía que cantaban las ramas, los suros o los helechos; el canto parecía no tener dueño. “Come-pan” o “viejo-soy”, repetía incansable el invisible, y yo agotaba mis inútiles esfuerzos por encontrarlo.

Como esta ave, que tiempo más tarde pude observar y aprendí a conocerla como huicundo o comprapán, existen numerosas especies que se han adaptado a vivir en la clandestinidad de los laberintos de ramas, troncos, epífitas y hojarasca del interior de la selva tropical y de los densos bosques montanos.

Estas aves, llamadas por los entendidos como aves matorraleras de interior de bosque o aves de sotobosque (vegetación densa que cobija al suelo y que alcanza a duras penas los cinco metros de altura), son muy diversas en formas y plumajes. Sin embargo, todas son “crípticas”, es decir se camuflan entre el follaje, y son tímidas y cautelosas cuando de movilizarse entre la vegetación se trata.

Los grupos más diversos de estas aves matorraleras son los pájaros hormigueros (Thamnophilidae y Formicariidae), los horneros, subepalos, colaespinas y rascahojas (Furnariidae), los trepatroncos (Dendrocolaptidae) y los tapacolas (Rhinocryptidae). Las palomas, semilleros, atrapamoscas y cucos también están representados dentro de este variado clan de aves.

Nuestro país alberga una gran riqueza de estas especies, que están representadas tanto en los bosques húmedos tropicales como en los bosques secos del suroccidente y los bosques nublados de las estribaciones andinas. En las selvas lluviosas del Oriente y del noroccidente muchas de estas aves suelen agruparse en bandadas mixtas de seguidores de hormigas: uno de los fenómenos ecológicos más notables y fascinantes. Pero, ¿qué es esto de andar en bandadas mixtas y qué tienen que ver las hormigas? Ésta es una de las primeras preguntas que muchos naturalistas y biólogos se hicieron al escuchar sobre aquel extraño comportamiento social y, además, es seguramente la misma pregunta que nos hacemos ahora.

Las bandadas mixtas están compuestas por muchas especies que se asocian para movilizarse en busca de comida. Están formadas básicamente por pájaros hormigueros, trepatroncos, rascahojas y uno que otro atrapamoscas, tangara, carpintero y cuco. Dicho de esta manera suena sencillo, pero en realidad no lo es del todo. Al interior de una bandada mixta hay complejas relaciones sociales e interacciones, de manera algo similar a nuestras, aunque mucho más complejas, sociedades humanas.

¿Y las hormigas? Pues, sucede que los miembros de las bandadas mixtas han aprendido a aprovechar un recurso inusual para obtener buen alimento y de modo un tanto sencillo: acompañando a las hormigas arrieras en sus recorridos por el bosque. Estas hormigas se movilizan en voraces hordas por el suelo del bosque, arrasando con todo lo que se cruce por su camino que sirva de alimento. A su paso también provocan que muchos insectos salgan de sus escondites o huyan en precipitados vuelos y se conviertan en presas fáciles para las astutas aves matorraleras. En otras palabras, las aves siguen a las hormigas arrieras y se alimentan de todo aquello que éstas ahuyentan; y no, no se comen a las hormigas como el nombre de muchas de ellas parecería indicar.

Lee el artículo completo en la edición No 18 ECUADOR TERRA INCOGNITA

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