Septiembre de 2002
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Por Diego Tirira
Foto Diego Tirira

Ecuador en bicicleta I
continuación (6 de 6)

Una inesperada compañía en la ruta hacia la playa de Coquito: María José, una linda niña esmeraldeña.

Sábado 3 de marzo. Dejé San Jacinto antes de las 9h00 sin conocer al dueño de la casa donde pasé la noche. En la tarde de ayer, al llegar a esta bella playa manabita, me acerqué a una pequeña tienda para solicitar la posada del día. La muchacha que atendía fue a conversar con su abuelo, quien aceptó alojarme en un bonito cuarto que tenía frente al mar para recibir a sus parientes de Portoviejo. Pero ni en la noche de ayer, ni en el día de hoy lo pude encontrar para darle las gracias por recibirme.

Tomé rumbo a Manta. Al llegar a un pintoresco caserío, pregunté a un anciano: Señor, ¿cómo se llama este pueblito? Y él me respondió: “El Pueblito”. Yo pensé que no me entendió, así que repetí mi pregunta y obtuve la misma respuesta. Volví a preguntar por tercera ocasión, articulando con lentitud, porque pensé que no me entendía por mi acento serrano, pero tuve nuevamente la misma respuesta, así que opté por continuar, algo molesto por no conocer el nombre del lugar y por la falta de comunicación con la gente local. Unos metros más adelante había un pequeño rótulo que decía “Bienvenidos a El Pueblito”. El trayecto por esta zona manabita, entre El Pueblito y Rocafuerte, es de lo más agradable. Abundantes zonas arroceras, numerosos palmares y todo en el más puro estilo montubio.

A Manta llegué a eso de las 12h00, con un calor abrasador que me obligó a buscar sombra y a hidratarme en abundancia. Luego recorrí el remodelado malecón y sus playas y el reordenado centro comercial, que ha dado a la ciudad un nuevo aspecto.

Desde Manta continué por la nueva vía del Pacífico, una carretera que bordea el mar hasta Puerto Cayo, donde se une a la ya existente vía a la península de Santa Elena. Hoy llegué hasta San Lorenzo de Manta, un pequeño poblado que vivió toda su vida en completo aislamiento, al cual únicamente se llegaba en canoa o caminando por la playa, lo que imagino no siempre fue fácil, pues es en este lugar donde he visto las olas más grandes en el Ecuador, las que sin problema alcanzan los tres metros de altura. Esta noche la pasaré en casa de don Alfredo Zambrano, un hombre de unos 40 años, 17 de los cuales vivió en Nueva York, tratando de perseguir el añorado “sueño americano”, pero finalmente regresó a Ecuador. Según me dijo allá hay dinero pero no hay vida, nada como vivir en un pueblo tranquilo a nivel del mar.

Domingo 4 de marzo. Llegué a Puerto López. El trayecto de hoy fue de lo más hermoso. Atravesé zonas de paisajes excepcionales del Parque Nacional Machalilla y me di un breve chapuzón en la playa de Los Frailes, una de las más bellas e intactas del Ecuador continental. La noche la pasaré en casa de mi amigo y ex compañero de universidad, Jorge Samaniego, ahora un próspero hombre de la vida manabita. Han transcurrido 26 días desde que inicié mi aventura. Hasta el momento he recorrido 1 314 km.

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