Cuánto de lo que sucede hoy está
marcado por lo que pasó hace tiempo?
Es difícil decirlo, pero es innegable
que al menos ciertos eventos antiguos han tenido
una influencia notable en el presente. Por supuesto,
todo depende de la escala. A niveles individuales,
lo que hicieron o dejaron de hacer nuestros
abuelos (hace unas cuantas décadas) puede
tener consecuencias significativas en nuestras
vidas. A escala universal, los tres primeros
minutos después del Big Bang (hace miles
de millones de años) fueron determinantes
para lo que sucedió después en
la historia del cosmos.
A una escala intermedia (que trasciende los
predicamentos personales y que, sin embargo,
nos afecta más que las aventuras de agujeros
negros y cometas), está lo que sucede
en nuestro planeta. Lejos de ser una bola estática,
la Tierra ha tenido una historia de cambios
constantes, muchos de ellos catastróficos
y violentos, otros lentos y continuos, todos
interactuantes y repletos de repercusiones para
la vida y la sociedad. A esta escala planetaria,
uno de los eventos más singulares es
el de las glaciaciones. El solo hecho de pensar
en colosales masas de hielo que avanzan lenta
e inexorablemente, cubriendo vastas zonas de
la Tierra durante miles de años, y que
luego se retiran de la misma manera, ya nos
pone la piel de gallina. Las consecuencias actuales
de esos movimientos de hielo son algo todavía
más extraordinario porque, al contrario
de lo que sucedía hace miles de años,
esas consecuencias las vivimos día a
día, muchas veces de manera inadvertida.
Pero, ¿qué tienen que ver las
antiguas edades de hielo con lo que pasa hoy?,
¿qué relación hay entre
todo esto, un país como el nuestro y
las vidas de sus habitantes? Para empezar, vale
revisar lo que son las glaciaciones. Una de
las grandes variaciones que sufre nuestro planeta,
de manera más o menos cíclica,
es la de la temperatura. No hablamos de la temperatura
diaria, ni siquiera de la anual, sino de cambios
a escalas temporales mucho mayores. De tiempo
en tiempo (medido en decenas y centenas de millones
de años), el planeta entero se enfría,
y los casquetes polares empiezan a crecer; crecen
tanto que cubren sitios que antes no habían
conocido ni de lejos estas masas heladas.
El porqué sucede algo tan extraordinario
no está del todo claro. En ámbitos
académicos hay varios debates sobre el
tema, inclusive se discute si la causa es extraterrestre
(por ejemplo, variaciones en la órbita
de nuestro planeta alrededor del Sol que hacen
que la Tierra se aleje de su estrella madre,
o el cruce del sistema solar por una nube cósmica,
lo que oscurece y enfría todo) o terrestre
(como cambios en la situación de los
polos, aumentos y descensos de la temperatura
interior del globo, etc).
Sin importar en este momento la razón
precisa, lo cierto es que no solo los casquetes
polares crecen durante las glaciaciones. En
las partes más altas de las zonas donde
no llegan los hielos polares, incluyendo las
zonas tropicales como la de nuestro país,
los hielos de las cimas montañosas también
crecen y cubren enormes áreas que antes
tenían vegetación y un clima más
templado.
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el artículo completo en la edición
No 20
de ECUADOR TERRA
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