Napo-Galeras
es un monumento de la naturaleza tropical que
aún se encuentra en un estado relativamente
prístino. Es un lugar único al
ser un macizo aislado de piedra caliza que resalta
sobre los llanos del alto Napo: se levanta a
los 400 metros (m) y alcanza los 1 730 m sobre
el nivel del mar. En esta cordillera se originan
cuatro ríos amazónicos; sus numerosas
vertientes y arroyos, quebradas y cascadas han
tallado profundos abismos en la piedra caliza,
creando valles tremendos, algunos de varios
kilómetros de ancho que se extienden
libremente en diferentes direcciones desde su
majestuosa cresta, confirmando su autoridad
sobre la cuenca amazónica. Al estar ubicado
en las faldas del volcán Sumaco, en una
pequeña área de abrupta transición
altitudinal, es asilo de diferentes microclimas
y ecosistemas de la más alta diversidad
florística de la superficie de la Tierra,
que merecen la atención de la ciencia
y los esfuerzos de conservación. Alberga
un gran número especies de flora y fauna
endémicas del lugar, y varias especies
de mamíferos y aves amenazadas como el
oso de anteojos (Tremarctos ornatus),
el jaguar (Panthera onca), el gallo
de peña (Rupicola peruviana)
y el guacamayo verde (Ara militaris).
Envuelto en neblina excepto en enero y febrero,
únicos meses del año que revelan
su solemne cresta al cielo azulado, este cerro
enmarañado de misterios es considerado
sagrado dentro de la cosmovisión de varios
pueblos amazónicos, fuente de importantes
mitologías indígenas y de espíritus
divinos invocados en rituales de curación
por shamanes actuales y de antaño. Sin
embargo, pocos son los que saben sobre su pasado,
y menos aún quienes tienen contacto con
los espíritus que habitan allí.
Tuve la oportunidad de conocer algunos de los
últimos viejos sabios de tres etnias
amazónicas que se relacionan de manera
muy íntima y profunda con esta cordillera:
los yachaks (sabios) quichuas del alto Napo,
que la conocen como Izhu Mankallpa Urku; los
yajeuncucu (tomadores de yaje) secoyas que la
llaman Jaicunti y los iroinga (aquellos que
abarcan todas las experiencias) huaorani que
la nombran Eygahueyaboga o Unquiyabe. Estos
tradicionales abuelos, que han acumulado conocimientos
místicos y esotéricos basados
en la experiencia colectiva de sus culturas
milenarias, consideran a este macizo amazónico
como un área de gran importancia religiosa
y espiritual, de atribuciones apocalípticas,
a través de sus visiones, historias y
su contacto con seres divinos sobrenaturales.
Por medio de este artículo deseo compartir
lo que conozco sobre la mitología, las
narraciones y las creencias de los viejos sabios,
y algo de mis propias experiencias sobre este
cerro desconocido que ahora forma parte del
Parque Nacional Sumaco Napo-Galeras.
Mi mente salta cuando me pongo a pensar en las
experiencias vividas allí. Me acuerdo
de las cascadas del alto río Pusuno (el
río de las burbujas), en donde las aguas
verdes y cristalinas fluyen por zanjas y arroyos,
encima de las planicies de piedra caliza. Regresan
a mi cabeza las imágenes de las cascadas
del río Cachiyacu y las nutrias que juegan
libremente, los nidos de los guacamayos verdes
ubicados en las peñas del río
Pucuno y los espléndidos gallitos de
la roca.
Lee
el artículo completo en la edición
No 20
de ECUADOR TERRA
INCOGNITA |
|