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Por Diego Tirira
Foto Diego Tirira

Ecuador en bicicleta III
Por la región oriental, de regreso a casa

Iglesia de Archidona, en la provincia del Napo. La mayoría de ciudades y pueblos del centro y sur del Oriente ecuatoriano son antiguos y organizados; en ellos la vida gira alrrededor del parque central.

Lunes 19 de marzo. Hoy inicié una nueva etapa en mi vuelta al Ecuador: la travesía por las provincias amazónicas. Todavía tengo de por medio algo más de mil kilómetros antes de llegar a casa.

El trayecto hasta Zamora seduce a cualquier amante de la naturaleza: numerosos saltos de agua y pequeñas cascadas que se escurren por las paredes llenas de vegetación mientras se desciende hasta la ciudad oriental. Mi escala en la tranquila Zamora duró el tiempo suficiente para dar un breve paseo, recuperar algo de fuerzas y saborear un exquisito tamal de pollo a 50 centavos. Treinta minutos más tarde reanudé mi viaje. Pienso que los 60 km que recorrí desde Loja hasta esta ciudad serán los últimos en mucho tiempo que transite por una vía asfaltada. Desde aquí el camino es lastrado, bastante pedregoso y polvoriento. El recorrido se vuelve lento, exigente y algo peligroso a causa del mal estado de la vía.

Unos 15 km más adelante llegué a Cumbaratza, un pequeño y pintoresco poblado que gira en torno a su parque central. Al sondear por un lugar para la respectiva posada del día, me enteré que a la salida del pueblo, a menos de dos kilómetros, existía una fábrica de vinos de sabores, así que tenía un doble motivo para dirigirme hasta allá. No fue difícil encontrar mi objetivo. Un rótulo al borde del camino me indicó que estaba en el lugar correcto, decía: “Rancho Alegre, fabricamos vinos desde 1950”.

Efectivamente, tenían vinos de sabores. Por ahora disponían de papaya, mora y membrillo. Haciendo las funciones de un catador profesional, solicité a la dueña una muestra de cada uno de ellos. Todos exquisitos. Compré una botella de vino de papaya. Luego inicié un ameno diálogo con su propietaria, contándole de mi viaje y algunas de mis anécdotas. En el momento que creí oportuno le pregunté por un espacio para pasar la noche. Me respondió: “Mi marido no se encuentra, él ha de venir más tarde, vaya a enojarse conmigo por recibirle sin su consentimiento”. Seguimos conversando. Cuando la noche había caído y su esposo todavía no llegaba, la mujer dijo: “Bueno, aunque mi marido se enoje, igual ya le voy a acomodar en un cuartito que tengo atrás”. Luego fui invitado a una suculenta merienda. Esperé hasta casi las 21h00 por si llegaba su esposo, para evitar algún posible problema a mi amable anfitriona, pero como éste no venía, me retiré a la habitación que me proporcionó, donde me encuentro escribiendo mi diario, en compañía de mi vino de papaya. He tomado media botella y ya me siento algo mareado. La lluvia intensa que empezó hace unos treinta minutos no ha parado. Creo que durará toda la noche.

Martes 20 de marzo. Antes de las 8h00 estaba listo para reanudar mi viaje. Fui a despedirme de mi anfitriona y a preguntarle por su esposo. “Anoche llegó bien tarde y ya se fue otra vez”, me respondió, y continuó hablando: “Como es el alcalde de Zamora tiene mucho trabajo”. Vaya sorpresa, había pedido posada y dormido nada menos que en casa del alcalde de la capital de la provincia.

Lee el artículo completo en la edición No 21

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