El molusco Spondylus crece en las aguas
cálidas de la Costa ecuatoriana. Sus
colores externos (en tonos rojo y amarillo),
su espinosa “cabellera”, el rojo
y morado de sus labios y el blanco de su interior,
le otorgan una peculiar belleza.
Actualmente, el Spondylus es parte
de la gastronomía del Litoral ecuatoriano.
Su carne es sabrosa y su concha decora los platos
en los que se lo sirve. Sin lugar a dudas, fue
utilizado como alimento por nuestros antepasados
indígenas de la Costa, pero su concha
transcendió lo netamente decorativo para
convertirse en un objeto sagrado que viajaba
de sur a norte y de norte a sur por las montañas
frías hasta la selva, por la costa y
por el mar, a lo largo de toda Andinoamérica
y Mesoamérica.
Los objetos tienen una vida simbólica
que, en ciertos casos, les permite mantenerse
vigentes y cumplir diversas funciones a lo largo
del tiempo. Hay objetos que sirven como regalo,
hay otros que funcionan para el intercambio
y existen algunos más cuyo destino es
permanecer guardados. Estos últimos son
los objetos sagrados y poseen la fuerza mágica
de hacer visible a lo invisible y representar
lo irrepresentable. Los hombres deben guardarlos
porque son regalos de los dioses y de los espíritus
ancestrales.
Sin embargo, el caso de la concha Spondylus
fue diferente. Se trataba de una reliquia que,
sin dejar de ser sagrada, servía como
objeto de intercambio.
Este doble uso fue causado por el tremendo prestigio
que adquirió como emblema ritual. Tal
fue su fama que los pueblos que no encontraban
al molusco en sus territorios solicitaban su
concha a los mercaderes de otras regiones. Esto
provocó una demanda suficiente como para
que se creara una enorme red de exportación.
La concha roja o Mullu
Durante la época prehispánica,
en el territorio que hoy pertenece al Ecuador,
la circulación de la Spondylus
(al que los aborígenes llamaban Mullu)
respondía a las diversas lógicas
en los dominios de la vida ritual y comercial.
Aunque cada sociedad la representó de
una manera diferente y le dio su propia función
y empleo, esta concha nunca dejó de ser
lo que había sido en su origen: un objeto
sagrado que viajaba y que, una vez llegado a
su destino final y de haber sido intercambiado,
debía ser guardado celosamente en los
templos o junto a los difuntos.
Al Spondylus se le atribuían
poderes relacionados con la lluvia y la abundancia,
la fertilidad de la tierra, la transmisión
de la vida y la conservación de la cultura.
Era el alimento favorito de los dioses de Andinoamérica
y Mesoamérica. Su concha participaba
activamente en los ritos como instrumento de
predicción del clima. Las culturas aborígenes
la transformaron en objetos de la más
variada índole: cuentas para collares
sagrados, máscaras, placas lentiformes,
figurines, entre otros.
En Andinoamérica, el molusco era trabajado
de acuerdo a las necesidades religiosas. Una
vez llegado a su destino final, era guardado
como ofrenda para los antepasados, ancestros
míticos o dioses (los que se alimentaban
de Mullu).
Era un objeto que servía para reforzar
el poder simbólico de los miembros de
las élites sociales (shamanes y sacerdotes,
guerreros y señores principales). Además,
era portado como ornamento de prestigio y formaba
parte de la parafernalia funeraria de estos
personajes después de su muerte terrena.
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