N° 26 Noviembre - diciembre de 2003
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Texto Ernesto Salazar
Foto Ernesto Salazar

La Guerra en el Ecuador Precolombino

Chalcochima, el más grande estratega militar del Tahuantinsuyu, fue víctima de un engaño europeo inconcebible para él.


Antiguamente, los estados se declaraban la guerra, movilizaban las tropas, y al final, "en lucha limpia", si cabe la frase, uno se declaraba vencedor y otro vencido.

Carl von Clausewitz, en su obra "De la Guerra", el tratado más famoso que se haya escrito sobre el tema (1832), señalaba que la guerra es la continuación de la política estatal por otros medios. La Guerra del Desierto demostró que la visión de Clausewitz era solamente de la guerra occidental. En efecto, tras la aplastante derrota militar iraquí, el triunfo aliado se vio disminuido por la inesperada proclama de victoria de parte de Saddam Hussein. Su espíritu indomable había quedado intacto, y más aún, seguía gobernando; sólo había perdido un poco de armamento y algunos miles de combatientes. Clausewitz había fallado en advertir que los pueblos de la tierra tienen su propia "cultura militar" que puede distar enormemente de la visión occidental. Es con esta consideración que cabe acercarse al problema de la guerra precolombina, en la que se pueden encontrar confrontaciones pedidas por los dioses, o guerras rituales para obtener prisioneros para los sacrificios, pero nunca guerras por el oro o por inexistentes armas de destrucción masiva.

La guerra en el Ecuador aborigen no ha sido tratada por los estudiosos, excepto tal vez en épocas tardías de las que se conserva alguna información documental. Tradicionalmente, las armas de la caza han sido también las armas de la guerra, circunstancia que ha opacado en gran medida la visión arqueológica del conflicto bélico precolombino. En todo caso, se presume que el nivel de conflicto entre cazadores-recolectores del período Precerámico (10000-3500 a.C.) habría sido mas bien moderado, en razón de que, por un lado, no habrían existido territorios con límites bien definidos y, por otro, la necesidad de las bandas de relacionarse continuamente, habría propiciado una cohesión social de hostilidad restringida.

En cambio, a partir del período Formativo (3500-500 a.C.), el desarrollo de la vida aldeana, con casas y parcelas propias de los agricultores, habría agudizado el sentido de identidad territorial y, por ende, el de conflicto. Posteriormente, el surgimiento de cacicazgos en los períodos de Desarrollo Regional e Integración (500 a.C.-1500 d.C.), habría generado una conciencia étnica más proclive a defender por las armas los intereses individuales y de grupo. Así, ciertas figuras de la cultura Guangala armadas de propulsor representan, al parecer, guerreros listos para la batalla (algunos llevan inclusive un escudo protector).

Lee el artículo completo en la edición No 26
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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