El taita Imbabura está casado con Isabel
Cotacachi, sin embargo tiene amoríos
con la Cayambe. El muy descuidado nunca regala
buena ropa a su mujer, por eso ella siempre
está llucha; el Taita, en cambio, ha
llenado el cuarto de la amante con vestidos
blancos... Eh ahí que siempre luce
sus glaciares.
Este mito se escucha en los pueblos Cayambis-Caranquis,
al norte de los Andes ecuatorianos. En los
siguientes párrafos voy a relatar la
historia de los hombres fuertes que arrancan
parte del vestido de la amada Cayambe durante
la carrera más exigente que jamás
haya visto: la ruta del hielo.
Cuando niño, en Ayora –mi pueblo–
recuerdo haber escuchado varias veces sobre
una competencia que consistía en ir
al Cayambe a traer hielo. Se organizaban dos
modalidades, una de velocidad y otra de peso.
Todavía me parece ayer cuando escuchaba
los comentarios de mis vecinos sobre cierto
competidor que llegó a la meta con
un pedazo de hielo de alrededor de 75 libras.
“Es una hazaña”, decían.
En aquella época, la energía
eléctrica no había llegado a
nuestras casas. Utilizábamos velas
y lámparas de kerosén. No teníamos
televisor y escuchábamos los programas
radiales en un pequeño transistor a
pilas. Ese era el contacto con el resto de
la provincia, el país y el mundo.
Por ello, las palabras del locutor fueron
mi único vínculo con la fabulosa
competencia de los hieleros. Así me
enteré de su existencia, así
la viví año a año y gracias
a eso, ya como adulto, cuando la carrera había
muerto, me propuse reeditarla.
Un día en el colegio nos pasaron el
documental de Los hieleros del Chimborazo1
y pensé en esos personajes perdidos
en la historia y en el tiempo. Años
más tarde, empecé a investigar
sobre lugares con esa tradición.
El primero que visité fue Tulcán,
donde hasta hoy existen personas que se dedican
a esta actividad: suben al volcán Cumbal
en Colombia y al Chiles en Ecuador, a traer
hielo para elaborar los “cumbalazos”
(refrescos de limón o tamarindo enfriados
con el hielo de las cumbres) y venderlos en
los mercados de la ciudad.
Bajando por los Andes, llegamos a Imbabura
y encontramos los famosos helados de paila
de Rosalía Suárez. Estos, en
los inicios del negocio, fueron preparados
con el hielo del Cayambe y del Cotacachi (que
a principios del siglo XX tenía glacial).
En aquella época, los indígenas
traían cargas de hielo de volcanes
y nevados para venderlas en las ciudades.
Al igual que en Tulcán, los hieleros
del Chimborazo viven hasta el momento de esta
actividad. Existen familias enteras que suben
periódicamente al volcán para
extraer trozos de hielo, bajarlos y venderlos
en el mercado de Riobamba o Guaranda.
Estas personas llegan a los glaciales con
burros alquilados y atados de paja para envolver
los gigantescos trozos de hielo y así
evitar que se derritan demasiado pronto.
Una vez extraídos y envueltos, los
pedazos son transportados por las bestias
hasta los puestos de comercialización.
En la ciudad de Cayambe se recuerda las caravanas
que a mediados del siglo pasado iban a traer
hielo al volcán del mismo nombre y
lo vendían a la familia Padilla y Peralta
para la elaboración de helados y refrescos.
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el artículo completo en la edición
No 29 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
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