N° 30 Julio -agosto de 2004
SECCIONES

inicio
archivo
suscripción
quiénes somos
índice
segmentos fijos


ÚLTIMO NÚMERO

contenido


CLUB DE
SUSCRIPTORES


suscripción
museos socios
tarjeta del club

CONTACTO

 

 

Texto Richard Salazar
Foto Victoria Chávez

Patrimonio intangible: ¿Conservar lo intangible?

Danzantes en Salasaca. Parte de nuestro inmenso y efímero patrimonio cultural. Según la tradición, las mujeres visten a los hombres para esa fiesta.

Preludio

Cuando Cristóbal Colón, navegante, estudioso y soñador genovés, llegó al actual continente americano, no tenía idea de lo que habría de encontrar. De hecho, cuando se lanzó (cual suicida para la época) hacia los mares de occidente, era para llegar, circunvalando el globo terrestre, cosa entonces inverosímil, a las Indias Orientales, sitio lejano, mítico y exótico, que proveía de leyendas y de especias al mundo europeo. Y finalmente llegó a un lugar que no era aquél y que, no obstante, siguió nutriendo de especias, oro, plata, leyendas y hasta nuevos alimentos a los europeos, quienes, al tiempo estupefactos y soberbios, tumbaron su interés en el “nuevo continente” (al cual bautizaron con nombre europeo) que Colón encontró... sin haberlo ni soñado. Así, a los españoles no les quedó más que conquistar las tierras recientemente “descubiertas”, colonizarlas, y enseñar a sus nativos cuál era, según ellos, el “Dios verdadero” .
El resto es historia... Historia que, no obstante, ha creado un singular proceso cultural.

Lo intangible

Pues bien, aterricemos. Estamos aquí para hablar de patrimonios; de patrimonios intangibles en este caso. Sabemos bien, creo, lo que es un patrimonio; pero, ¿qué sería un patrimonio intangible?
Por intangible se entiende lo que no puede tocarse, que no es material; también lo que es sagrado y, por tanto, intocable. Cuando se habla de patrimonio intangible, se habla del “capital” invisible, cultural y social, que tiene un grupo o un espacio determinado. En síntesis, el patrimonio intangible quiere significar los valores, conocimientos, sabidurías, tradiciones, formas de hacer, de pensar, de percibir y ver el mundo; de vivir, de convivir y hasta de morir que tiene un territorio y su pueblo.

El Ecuador

Efectivamente, si vemos el caso ecuatoriano nos encontramos frente a una particular diversidad étnica: tsáchilas, chachis, awás, épera, los recientemente “redescubiertos” huancavilcas y manteños, quichuas, sionas, secoyas, cofanes, shuar, achuar, huao y záparos (ya en extinción). Todos conservan, además, su propio idioma hasta la actualidad, 500 años después del inicio de la Conquista europea y en plena época de globalización. Hay que sumar a éstos los grupos afro, ubicados principalmente en las provincias de Esmeraldas e Imbabura, que, si bien llegaron accidentalmente (como los grupos indígenas 12 mil años antes y los europeos, bastante después), hoy forman parte del gran acervo étnico del país. Vemos, entonces, que el Ecuador hace gala de una vasta diversidad cultural.

Pues bien; entonces, ¿cómo hay que resguardar nuestro patrimonio intangible? ¿Se trata simplemente de “conservar” las etnias con lengua propia? ¿De atesorar intangibles a las culturas, como una especie de museo humano viviente?

La cultura cambia inexorablemente en el tiempo y el espacio. Si pretendemos conservar las etnias y culturas (del Ecuador o cualesquiera que fueran) intocables, estáticas, como en la última fotografía o etnografía que se les haga, el fracaso es inminente; y sería un error e irrespeto tan grave cuanto el etnocidio.

Así, los tapices y tejidos que vemos hoy en la Plaza de los Ponchos de Otavalo, no son, ni cercanamente, los mismos que se fabricaban hace quinientos años; ni siquiera hace veinte. Cambian, se mejoran y matizan con colores inspirados en los nuevos requerimientos, en sus nuevas ideas y, porqué no, en referentes de otras latitudes.

Lee el artículo completo en la edición No 30 de ECUADOR TERRA INCOGNITA

inicio - archivo - suscripción

CONTENIDO REVISTA 30