N° 34 marzo - abril de 2005
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Texto Karina Paredes
Foto Jorge J. Anhalzer / Archivo Criollo

Reserva de Producción Faunística Chimborazo

El intenso frío del páramo solo puede ser combatido con la alta dosis de energía que el colibrí estrella del Chimborazo (Oreotrochilus chimborazo) encuentra en el néctar de la chuquiragua (Chuquiragua jussieui).

Retar al viento y al frío requiere de fortaleza, tenacidad y a veces una suerte de capricho por no dejarse vencer. Eso lo saben los míticos hieleros que una vez por semana arrancan por bloques el congelado cristal de la montaña, lo saben los andinistas ávidos de emociones fuertes y de ese dolor que una vez alcanzada la meta se convierte en sensación de ilimitado poder. El rigor de la lucha contra la adversidad no es desconocido para las plantas de raíces profundas y hojas resistentes, algunas con felpudos vestidos, y para los animales que han desarrollado múltiples estrategias para adaptarse a las duras condiciones del páramo: el ecosistema predominante en la Reserva de Producción Faunística Chimborazo.

Esta área protegida se estableció en 1987, con una extensión de 58 560 ha, en el territorio de las provincias de Bolívar, Chimborazo y Tungurahua. Los objetivos de su declaratoria son apoyar el desarrollo de las 38 comunidades de campesinos que habitan en su interior, además de ensayar la reintroducción de camélidos como la llama (Lama glama), la vicuña (Vicugna vicugna) y la alpaca (Lama pacos), que en otras épocas poblaron nuestros Andes. También se contempló la necesidad de proteger el páramo chimboracense (cuyas características lo hacen único en el país) y apoyar la investigación científica. Pero el centro de atención de la reserva es, sin duda, el majestuoso volcán Chimborazo, cuyas nevadas cumbres aún sobrecogen a los amantes de las maravillas naturales, aunque el calentamiento global le haya robado parte de su blanco manto.

En la ruta de los Hieleros

Los famosos frescos del mercado de La Merced de Riobamba atraen a sus clientes, además de la necesidad de combatir el calor del mediodía, por la posibilidad de probar un trocito de tradición e historia, pues el hielo con que se los enfría proviene de las inmensas minas que cubren las cumbres del volcán Chimborazo, inactivo desde hace miles de años. Quien quiera atestiguar la penosa labor de los hieleros, que ahora suben a la montaña todos los jueves, ya no necesitan caminar jornadas enteras como se hacía antes, pues se puede llegar en bus por la antigua Panamericana hasta la población de Cuatro Esquinas, desde donde parte la Razu Surcuna, nombre quichua para la Ruta de los heleros, que se extiende a lo largo de 9 km.

Si se dispone de un vehículo a doble tracción, incluso se puede llegar hasta los 4 400 msnm, y ascender los 400 metros restantes para llegar a las capas más bajas de hielo fosilizado. El esfuerzo es moderado, pero requiere de una aclimatación previa para evitar el efecto del soroche, o enfermedad de las alturas.

Durante el trayecto se pasa junto a dos pequeños refugios de adobe y techo de paja, donde los caminantes pueden recuperar fuerzas y gozar del paisaje. Estos refugios están situados a 4 100 y 4 260 msnm, respectivamente. Se presume que la capa de hielo que está bajo una costra de tierra y la nieve superficial del Chimborazo fue formada hace miles de años, por lo que el estudio de los minúsculos fragmentos encerrados en su interior pueden contar interesantes sucesos del pasado, como la historia de las erupciones del volcán o la radiación que llegó al país después del estallido de las bombas atómicas en Hiroshima, durante la Segunda Guerra Mundial.

Lee el artículo completo en la edición No 34 de ECUADOR TERRA INCOGNITA

 


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