N° 36 Julio - agosto de 2005
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Texto Santiago Kingman
Foto Juan Diego Pérez

Historias equidistantes

Cerca del poblado de Numpatkain encontramos a Bosco Santiak, dirigente y motor de su comunidad. Él, al igual que muchos otros, se educó en una comunidad salesiana hasta los 9 años.

Las historias amazónicas son difíciles de reconstruir. La excesiva humedad y la movilidad de los ríos que todo lo descomponen y lo cambian; la fortaleza de la flora que todo lo cubre; la ausencia de culturas con escritura y que reconstruyan sus propias historias; la movilidad de los habitantes y el imaginario español y criollo que escribió la historia de la Colonia y la República, se encargan de las confusiones.

Los primeros 12 siglos

Lo más probable es que lo que hoy es la zona extrema, al sur de la provincia de Zamora Chinchipe y siguiendo el río Zamora hasta Bomboiza, haya sido el escenario inicial del asentamiento shuar, hace más de 1 250 años. Desde ese centro, los shuar establecieron relaciones con pueblos similares que se habrían extendido hacia el Alto Marañón (donde hoy habitan los awajun, shiwiar y achuar), y hacia los Andes con los paltas. Desde ese mismo sector amazónico, es también probable que hayan emprendido las expansiones hacia el norte, hacia Morona Santiago, en contactos importantes con el pueblo Cañari que ocupaba varios pisos altitudinales, siguiendo el río Paute y en el entorno del volcán Sangay.

La proximidad andino-amazónica de la cordillera del Cóndor configura la extrema diversidad de este pueblo en permanente movimiento y en esporádicos enfrentamientos armados entre familias y con los grupos de similar lengua. Están en diferentes pisos y ambientes; consumen diversos recursos y tienen influencias de las frías montañas y de las selvas tropicales. Es posible que la relación con los Andes, en las rutas del oro, del algodón, de los alucinógenos y de las hierbas medicinales, haya sido una constante que los incas equivocadamente intentaron dominar por la fuerza. Los españoles también llegaron tras la ruta del oro y, en este caso, no se equivocaron. No en vano Nambija, el polo del oro en la década de 1980, fue el nombre que pusieron a esta provincia, y no en vano fundaron varias poblaciones bajo el nombre de Sevilla de Oro. Además de las incursiones por el Chinchipe, descendieron desde Loja y Azuay.

Sus asentamientos fueron aceptados mientras duraron los acuerdos del mutuo darse, pero luego, cuando la necesidad de lavar oro con mucha mano de obra o encontrar yacimientos requerían sistemas de tributos y esclavitud, la rebelión no se dejó esperar. En 1598-1599 una ofensiva guerrera destruyó Logroño. Los siguientes 300 años fueron de relaciones esporádicas e intentos constantes de grupos religioso-militares de asentarse. Muy pocos pueblos colonos, como Macas, vegetaron en una isla verde e inhóspita, viviendo con el temor y la necesidad de la guerra. En estos años se configura el colono amazónico en términos estrictos, el que necesita de alianzas con los shuar para sobrevivir en un mundo desconocido. Trescientos años configuran una combinación de unos y otros, un intercambio de saberes y gustos, un aprendizaje. No hay que exagerar, sin embargo, las relaciones son epidérmicas. unos y otros se afirman en la confianza de sus culturas y sus espiritualidades.


Lee el artículo completo en la edición No 36 de ECUADOR TERRA INCOGNITA

 


 


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