N° 37 Septiembre - octubre de 2005
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Texto Byron Burbano
Foto Diego Tirira

La Mama Negra

Este personaje conocido como Ashangero, representa al marido de la Mama Negra.

Una de las fiestas más antiguas y conocidas de Latacunga tiene tres nombres: La Santísima Tragedia, la Fiesta de la Capitanía y la Mama Negra. Tres denominaciones que se relacionan con diferentes explicaciones del porqué de esta celebración y de cada uno de los elementos que en ella se conjugan. Uno de los posibles orígenes de esta fiesta se encuentra en la historia de España, en el siglo XV (1491), cuando finalizaron las batallas entre los cristianos y los moros (musulmanes) que buscaban defender su ya larga permanencia en el poder de gran parte del territorio ibérico. Los moros derrotados volvieron al África con la desazón de una libertad y expansión no conseguidas; éstos, agradecidos con los hermanos mercedarios que, aun siendo del pueblo contrario, se preocuparon por su bienestar, crearon una fiesta en la que los negros rinden homenaje a la Virgen de las Mercedes, patrona de esa congregación.

Más tarde, durante la Colonia, los hispanos trajeron consigo aquella fiesta, que luego se complementaría con elementos culturales propios de la América aborigen.

Otra versión dice que la fiesta de la Mama Negra nació en Sigchos, cantón de la provincia de Cotopaxi, en donde habitaba una gran comunidad de esclavos negros traídos durante la Colonia para que trabajaran en las minas de plata del sector. Esa comunidad obtuvo su libertad en el siglo XIX, y consideró que el hecho se había producido gracias a la intercesión de la Virgen de las Mercedes; por eso los negros libres instituyeron un homenaje en su honor.
En efecto, todas las versiones tienen un elemento en común: la fiesta es un homenaje a la Virgen de las Mercedes. Y no es la excepción aquella que ubica el nacimiento de la celebración de la Mama Negra a mediados del siglo XVII, época en la que el volcán Cotopaxi y demás desastres naturales amenazaban la vida de los habitantes de San Vicente Mártir de Latacunga y sus alrededores.

La erupción de 1855 fue de tal magnitud que, para librarse de sus efectos, los moradores tuvieron que subir al cerro El Calvario, ubicado dentro de la misma ciudad. Aferrados a la imagen de la Virgen de las Mercedes, los parroquianos suplicaban la calma del coloso: la destrucción cesó y el pueblo latacungueño interpretó el fenómeno como resultado de la fe de quienes padecían; muchos dijeron haber visto a la Virgen elevar su brazo derecho para detener a las fuerzas de la naturaleza.

Lee el artículo completo en la edición No 37 de ECUADOR TERRA INCOGNITA

 


 


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