El
cementerio de San Diego tiene 133 años
de funcionamiento al servicio de los quiteños,
compartiendo el pasado y el presente de una
ciudad que cambia con rapidez. El camposanto
conserva viva su belleza arquitectónica,
y se caracteriza por poseer importantes mausoleos
de estilo clásico, neoclásico,
neogótico, barroco, neobarroco y ecléctico.
También encontramos sarcófagos,
catafalcos y lápidas de piedra tosca,
mármol, andesita y piedra laja, con
elementos neobizantinos, art nouveau y art
déco.
Estas construcciones, que sobresalen por sus
formas y materiales, fueron diseñadas
por grandes artistas como Jaime Andrade, Pietro
Capurro, Francisco Durini, Pedro Durini, E.
Mariani, Luis Mideros y Antonio Russo Scudieri.
El cementerio de San Diego alberga tumbas
de presidentes de la República, héroes
de guerra, artistas, religiosos, intelectuales
y demás personalidades de la historia
del Ecuador. Este espacio ha sido testigo
de los cambios surgidos en nuestras prácticas
funerarias y en nuestro entendimiento sobre
la muerte; sus estructuras testifican el establecimiento
de nuevas costumbres y la desaparición
de otras. Todo lo que está allí
ha formado parte de las vivencias de la ciudad
y del país.
La historia del cementerio de San Diego se
inicia 17 años antes de la compra de
su terreno y 21 años antes de su inauguración.
El 2 de noviembre de 1851, la Hermandad Funeraria
de Nuestra Señora del Rosario (actual
Sociedad Funeraria Nacional), integrada por
la Comunidad Dominicana, Franciscana y socios
particulares, querían desarrollar un
proyecto que, sobre la base de la suscripción
voluntaria de afiliados, permita la compra
de un terreno destinado a la construcción
de un cementerio propio. Se deseaba construir
un nuevo panteón para Quito, que resultara
una alternativa al ya existente: el cementerio
del Tejar.
De 1851 a 1868, se postularon dos terrenos
para construir el cementerio, uno en la Recoleta
de Santo Domingo y otro en la zona de San
Marcos. Finalmente, el 22 de octubre de 1868
se adquirió el lote de la quinta cuadra
de la plazoleta de San Diego, por 3 500 pesos
de contado. Se adjuntó a la compra
una casa de habitación, cercas para
todo el terreno, un plantío de alfalfa
y un indígena adscrito al fundo.
El terreno limitaba con la plazoleta de San
Diego, un callejón junto a la entrada
denominado “el camino del Cucho”,
la iglesia de San Diego, un camino que llevaba
a las parroquias de la Magdalena y Chillogallo,
y las propiedades de las familias Zárate
y Facundo Jijón y del presbítero
Antonio Galarza. Adicionalmente, la Hermandad
obtuvo el derecho de usar la cantera del Panecillo
por dos años, posiblemente para acceder
a materiales de construcción para mausoleos,
urnas y otras construcciones.
El cementerio de San Diego abrió sus
puertas el 21 de abril de 1872, con la bendición
de fray Mariano Auz, de la Orden Mercedaria.
La concurrencia a la inauguración fue
masiva, y se destacó la presencia del
Comendador de los Mercedarios, el Prior de
Santo Domingo y el Guardián de San
Francisco. Se ejecutaron marchas fúnebres
a cargo de la banda del batallón número
1 y del padrino del evento: el coronel Manuel
Santiago Yépez. Terminadas las solemnidades
se dio sepultura a la señora María
Benalcázar y Sambonino, primera persona
en ser enterrada en aquellos predios.
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No 38 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
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