Agosto 1999
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Por Pedro Jiménez
Foto Erwin PAtzelt

Gustavo Orcés, científico y maestro

Gracias a su estupendo trabajo, el Profesor Gustavo Orcés es considerado como el padre de la Zoología en el Ecuador.

En mis tiempos de estudiante en la Facultad de Biología de la Católica, oía hablar mucho sobre el profesor Gustavo Orcés; supe que por su trabajo era considerado el padre de la Zoología en el Ecuador. Algunos profesores míos habían sido sus pupilos y varios nombres científicos de animales fueron puestos en honor a él. Siempre se lo mencionaba con respeto y admiración.
Rumores mal informados me hicieron pensar que el profesor había fallecido hacía algunos años. Sin embargo, recién el domingo 21 de marzo de este año, falleció por primera y definitiva vez. Sin entender bien por qué, la noticia me afectó mucho. Inmediatamente me interesé por saber más sobre el hombre cuyo trabajo admiré. Fue una experiencia profunda llegar al Hogar de Ancianos “San Rafael”, donde el profesor vivió sus últimos siete años y murió. Después de haber vivido siempre en hostales y pensiones, debe haberle resultado difícil acostumbrarse a las reglas y horarios de esta institución.

Desde el momento de su ingreso hizo conocer su gran fortaleza de carácter. A todo ofrecimiento de ayuda, su respuesta fue un “no, muchas gracias, muy gentil”. Ante la posibilidad de un abrazo o un beso, su presencia se hacía más rígida y distante. Sus comidas preferidas eran el locro de papas, papas con pescado, pescado frito, cocido o sudado, papas con queso, papas fritas o simplemente papas con papas; exigía que se las sirvieran frías. Luego de las comidas realizaba una pequeña y regular siesta. Por la noche, no faltaban las galletas de animalitos u otras parecidas. Todos los días caminaba “cinco leguas”, como solía decir, y era común el verlo con su largo abrigo al que siempre llamó, e hizo llamar, con el apropiado nombre de “paletó”.

¿Cuándo has visto que un mono se bañe? El hombre desciende del mono y los monos no se bañan’. Después de arduos debates de esta clase, llegó a un acuerdo con las enfermeras de que tenían que pasar algunos días entre baño y baño. Al terminar estos baños solía decir “me quedo iritingo” (iritingo es un término popular en desuso, que más o menos significa descompuesto, entumido).

Entre los pocos que lo visitaban seguido estaba Judith de Bustamante, su eterna proveedora de galletas. Esposa del hijo de un primo (¿curioso, no?), fue quien aproximadamente hace doce años se constituyó en su apoderada legal.

A los 90 años, ya jubilado, iba dos y tres veces por semana al Museo de Ciencias Naturales de la Politécnica, del que fue fundador y principal benefactor y donde siempre fue bien recibido por sus discípulos y amigos.

Gustavo Orcés fue quiteño, nacido el 25 de julio de 1902. Perteneció a una familia aristocrática en apogeo durante la primera mitad del siglo. Quedó huérfano de madre a los siete años, por lo que se crió con su abuela, Dolores Chiriboga, que vivía en la calle García Moreno. Doña Dolores pasaba malos ratos cuando Gustavo introducía animales en la casa, lo que hacía con frecuencia.

Hizo la primaria en el “Borja no. 1” y la secundaria en el “San Gabriel”. En los registros de este colegio se puede ver que nunca fue un alumno destacado durante el bachillerato, y nunca sobresalió en las materias de historia natural.

Lee el artículo completo en la edición No 4
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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