N° 41 Mayo - junio 2006
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Texto Karina Paredes
Foto Martín Bustamante

Expedición al Sumaco

Laguna del Guagua Sumaco que se encuentra a una altitud de 2 500 msnm.

Un paso más... el sudor baña la frente y las venas parecen querer salirse de las sienes. El anillo incrustado en mi dedo está más ancho de lo normal— es una muestra de la incorrecta circulación de la sangre hacia los brazos por la presión de la mochila. “Vamos, no nos podemos quedar... El esfuerzo valdrá la pena...” Y de hecho, al final de la cuesta se abre un espectáculo que corta la ya difícil respiración: la vista, para entonces acostumbrada a las hojas y a la tierra del sendero, encuentra un profundo valle que se abre desde el sitio conocido como El Mirador. Ahora estamos más arriba de las nubes que cubren el valle. Su lento movimiento deja claros que muestran ciertos sectores donde se reconocen las frondas de las palmas y otras especies arbóreas que se disputan la luz del sol. Una bandada de loras rompe el silencio y me arranca un suspiro. Los forzados músculos al fin en descanso y el sorprendente paisaje son la combinación perfecta para festejar la vida.

Luego empieza a llover y hay que protegerse. Por suerte estamos frente a uno de los refugios que se inauguraron hace poco para brindar la mayor comodidad posible a quienes se aventuren por estos lugares. Este es, en realidad, el primer refugio del camino y se encuentra a 1 700 msnm y a tres horas a pie desde nuestro punto de partida. ¡No lo puedo creer! Hay un baño con puerta y un lavabo con agua corriente. Este es un lujo inusual en parajes de tan difícil acceso, y un notable esfuerzo para apostar a la posibilidad de atraer turistas. Nos reunimos en torno a una hoguera e iniciamos una larga charla interrumpida, de rato en rato, por la contagiosa risa de uno de nuestros guías, don Germánico Ruiz. Entonces se hace el recuento de la aventura, las caídas, y 1a rarezas observadas en el camino. Entre tanto, nuestros anfitriones se han reunido en la cocina para preparar una merienda levanta muertos. Somos siete expedicionarios (tres afuereños y cuatro guías), sin contar con las dos personas que nos ayudaron a traer las provisiones y que luego regresaron a Pacto Sumaco, la población desde donde hemos partido para subir por un sendero que lleva a la cumbre del volcán Sumaco. El camino pasa junto a tres refugios y tres estaciones de descanso, antes de llegar al volcán en cuyo honor se ha nombrado al Parque Nacional Sumaco-Napo-Galeras (PNSNG), cuyas particulares formas de vida hemos venido a conocer.

La comunidad de Pacto Sumaco

El fuego atrae a las palabras. Poco a poco nos enteramos cómo dos de nuestros guías llegaron a fundar la comunidad de Pacto Sumaco, ubicada a seis kilómetros del sector suroriental del PNSNG (en la provincia del Napo), junto con la mayoría de los actuales habitantes del lugar. Esta gente llegó desde la población del Reventador, tras el asolador terremoto de 1986, cuando lo perdieron casi todo, incluso a algunos de sus seres queridos. Ellos, y gran parte de los actuales habitantes de Pacto Sumaco, después de haber vivido ocho meses en albergues provisionales, recibieron una nueva “oportunidad” de parte del Estado: tierras sin propietarios en medio de la selva; en medio de la nada, en realidad, pues para llegar tuvieron que abrir su propio camino. Entonces hicieron un ofrecimiento a Dios para habitar allí en paz, y por su cercanía al volcán decidieron llamar Pacto Sumaco a este nuevo hogar. Cuentan que en un principio lo compartían todo, la comida se preparaba en una sola olla, las herramientas eran de todos, en fin... Por eso debe ser, pensé yo, que a pesar de que han pasado 20 años, aún piensan en un futuro común.


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