N° 46 Marzo - abril 2007
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Foto Ivan Kashinsky
Freddy Almeida (izq.) y Martín Bustamante trabajan en el ranario de la Universidad Católica, donde se estudia y cría cerca de mil individuos pertenecientes a 60 especies amenazadas. Los esfuerzos y recursos económicos para mantenerlos son cuantiosos: para alimentar un solo sapo pueden necesitarse hasta 15 grillos diarios, que son reproducidos en un bullicioso laboratorio.

Jambatos redescubiertos

Hacia fines de la década de 1980, los investigadores de sapos en los Andes notaron algo extraño. En los lugares donde abuelas y tíos jugaron rodeados de diferentes especies de jambatos (Atelopus spp.) ya no se los veía. ¿Qué pasó con estas ranas que abundaban incluso en zonas urbanas como Latacunga? Si la desaparición del más conocido, el jambato negro      (A. ignescens), ya era misteriosa, parecía una mala broma que también se hayan esfumado las otras 24 especies que poblaron alguna vez las montañas ecuatorianas.

Hoy el panorama, aunque desolador, se completa con noticias esperanzadoras, pues algunas especies de estas ranas supuestamente desaparecidas han sido reencontradas. Gracias a que varias instituciones nacionales e internacionales aunaron esfuerzos para localizar jambatos, se encontraron tres especies en la Sierra: A. bomolochos, A. exiguus y A. palmatus. La primera especie, que había sido registrada hasta 1994, permaneció oculta hasta 2002. A. exiguus, muy común hasta la anterior década, desapareció hasta 2004. Y A. palmatus acaba de ser encontrada en julio de 2006, aunque los científicos reconocen no haber orientados sus esfuerzos a localizarla desde 1945, cuando fue descrita para la ciencia.

Si bien se han localizado pocos individuos donde antes hubo cientos o miles, lo cual abre la probablidad de que estas especies estén extintas desde el punto de vista genético y ecológico, resulta halagador que el esfuerzo haya conducido al hallazgo, ya desde 1997, de una especie nueva en la cordillera del Cóndor: el jambato limón (a la derecha), que espera todavía su nombre científico.

Estos hallazgos, sin embargo, no opacan la preocupación por la declinación de los anfibios. Según Martín Bustamante, investigador del Museo de Zoología de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, persisten las amenazas a las ranas, y por eso ejecutan el proyecto “Balsa de los Sapos”: un impresionante laboratorio en expansión donde se ensaya la reproducción de ranas ecuatorianas en peligro. Bustamante asume con tristeza que hayamos tenido que llegar a esta estrategia, pero sabe que los sapos seguirán desapareciendo y espera encontrar más antes de que se extingan por completo en la naturaleza. En esa dirección, el laboratorio, donde las tres especies de jambatos ocupan terrarios de privilegio, es una valiosa garantía. Aunque de dos especies solo se tienen tres machos (las hembras son escasas por razones aún inexplicadas por los científicos), en el caso del jambato limón fueron avistadas unas pocas hembras en el 2006, que se espera localizar de nuevo para transportarlas al laboratorio e intentar que se reproduzcan con los 12 machos que ya están allí.

 

 




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