Hablar
de colada morada o del 2 de noviembre para los
ecuatorianos encierra un mismo simbolismo: los
difuntos. Se trata de una de las celebraciones
más arraigadas en nuestra cultura. Para
muchos es una celebración prehispánica;
para otros, hispánica y en algunos casos
se dice que es el claro ejemplo del sincretismo
religioso.
En el período prehispánico los
difuntos ocupaban un lugar importante en las
creencias de los grupos humanos, las investigaciones
arqueológicas han demostrado que nuestros
antepasados creían en el “más
allá” y que establecieron una posible
relación entre las personas y los seres
del “otro mundo”.
En la época de la Audiencia de Quito
se introduce un nuevo elemento en torno a los
difuntos: la teología Católica,
lo que da como resultado una mezcla de lo prehispánico
con lo hispánico, de ahí que nuestra
celebración del día de los difuntos
tenga rasgos culturales compartidos
La Iglesia Católica introdujo en el calendario
litúrgico un día específico
para dedicarlo a rezar por las almas del purgatorio.
Este día es el 2 de noviembre.
La obligación de los católicos
se combina con creencias prehispánicas
por las que el difunto cobra renovada importancia,
esto se manifiesta en el cuidado y adorno de
las sepulturas, así como en la preparación
de la tradicional colada morada y las guaguas
de pan.
El cementerio se convierte en este día
en el lugar preferido para visitar a los difuntos.
En las áreas rurales, donde los cambios
culturales son más lentos, la gente lleva
a la tumba de sus antepasados colada morada,
guaguas de pan, cuyes, papas, ocas y habas.
Allí todos comparten no solo la comida
sino también las novedades e inquietudes
de la familia, es decir, le ponen al difunto
al día sobre los acontecimientos ocurridos
desde su partida o desde la última vez
que lo visitaron. El 2 de noviembre sigue siendo
para muchos un ver‘ «n reencuentro
con los antepasados.
Lee
el artículo completo en la edición
No 5
de ECUADOR TERRA
INCOGNITA |
|