N° 56 noviembre - diciembre 2008
 
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texto y fotos: Karla Gachet e Ivan Kashinsky
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–¿Por qué se murió el niño?
–No se por qué. Más lo que hicieron gastar en medicina, pero igual se murió. Nunca dijeron bien por qué.

José Acero se apresura a deshierbar la tumba de su hijo, fallecido hace cinco años. Nicolás, su otro hijo de ocho años, ayuda con el azadón más pequeño. “Vamos a cambiar la cruz porque ya le han roto el brazo.”

Una semana antes de finados nos preguntábamos dónde podríamos ir para fotografiar la celebración. Habíamos oído de Cangahua. Buscamos en el mapa y tomamos la vía a Cayambe, y luego el desvío hacia Oyacachi. Mi padre vivió parte de su niñez en la hacienda Carrera, arriba de Cangahua, hoy una comuna. Él me cuenta, “ahí nació tu tía Paty. A tu abuelo le pagaba el estado para trabajar la hacienda, que era del programa de asistencia social. Yo estaba en un primer grado, bajaba a caballo hasta Cangahua con tu tío Pepe... Al lado de la iglesia vas a ver una escuelita.”


Una vez en Cangahua nos dirigimos al cementerio. A las 5h30, el frío de la madrugada todavía traspasa el poncho. En el cielo despejado se dibuja el Imbabura al norte y el Cayambe al noreste. No se ve un alma hasta las 6h00, cuando llega la primera mujer con azadón y costal en mano, y empieza a deshierbar. A lo lejos suben los hermanos Quishpe cargando una cruz. “Aquí está nuestro papá pero nunca le pusimos buena cruz. Ayer llegué de Quito y veo que han hecho la cruz pero no le han puesto nombre. Eso ya queda para el próximo año.”

La mañana avanza. Familias enteras suben a arreglar las tumbas de sus muertos. Los Pillajo tienen a cargo una fila entera. Un grito interrumpe el sonido de navajas contra la tierra. Francisco Pillajo se ha lastimado la mano con el azadón. Su esposa, María, alza a ver recriminatoria. “Por la vaguería le pasa eso. Cuando no se hace con voluntad el almita castiga.”

A las 12h00, el cementerio se convierte en la feria de almas vivas y muertas. Hay tráfico de coronas de papel brillante, estampas de los santos más populares, papas con salsa, colada morada, canastos de mote tapados con chalinas. Todos sudamos bajo el sol de aguas. Juan Pérez, evangélico, camina por el cementerio y comenta, “la vida es

 



para los vivos. Yo no creo en santos. Hay que tratar bien a los vivos, no cuando ya están muertos.”

El cuadro de Todas las Almas aparece más tarde. Muestra el cielo y el infierno, y los de abajo tratando de salvarse de las llamas. La voz amplificada del cura convocando a misa rebota en las tumbas. Gotas gruesas empiezan a picotear a los fieles. El sacerdote apresura las peticiones y, ante los reclamos de los presentes, anuncia, “se nombró las almas de los familiares que pagaron la misa y solo un nombre por familia.”

El cura y su cuadro vuelven a la iglesia de donde salieron, y comienza el banquete ritual. Las familias se sientan alrededor o sobre las tumbas y empiezan a comer y rezar. Soledad Umaquinga, circundada por hijas y nietos, algunos venidos de Quito para la ocasión, murmura oraciones y llora por su esposo difunto. Entre estrofas y lágrimas bebe un bocado de colada de maíz. “Traemos al cementerio lo que le gustaba en vida; al final se le deja un poco.”

Más arriba, Celina Cruz, de 86 años, saca un plástico protector de la cruz de la tumba de su marido. “Yo vengo desde que él se murió en el 71. No dejo descuidar porque quiero que a mí me entierren aquí también. Mis hijos no me han venido a ver en tres años. Están por Quito y Guayaquil; ojalá ya vengan.”

El cuchicheo entre vivos y muertos amaina cuando la lluvia coge fuerza. Los visitantes se retiran y la comida queda distribuida por todo el cementerio. La tierra se vuelve negra con el agua. Las coronas de colores brillantes se agarran a los cuellos de la cruces y se iluminan con la luz del atardecer. Tienen un año para aguantar el mal tiempo y el bueno, hasta la próxima celebración de finados

Karla Gachet e Ivan Kashinsky son editories de fotografía de Ecuador Terra Incognita. Fotografían independientemente para prestigiosos medios del país y del extranjero.

 

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contendio 56


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