no. 57
enero - febrero 2009

 

 

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Carta del editor

Cumplimos diez años de salir al encuentro del Ecuador. Porque más que “mostrar” un “Ecuador profundo” que no entendemos qué quiere decir, hemos buscado ser un lugar de encuentro: un espacio donde confluyan las distintas, a veces contradictorias, imágenes e historias que conforman el país. El camino ha tenido algo de búsqueda. Ha estado, en parte, impulsado por las persistentes preguntas: ¿quiénes somos?, ¿cuál es la amalgama de aquello que llamamos Ecuador? En suma, hemos ido tras una identidad elusiva y siempre en vilo; una identidad que, insisten, hay que forjar para ser país.

En el empeño, hemos escalado cumbres andinas y descendido al fondo del mar; hemos documentado la diversidad de la vida y escarbado las tumbas de la historia; hemos participado en las celebraciones de la gente y comprobado las injusticias que soporta. Que ironía que este periplo –por haber constatado un país de tremenda diversidad, una imposibilidad de raíces definidas, unas idiosincrasias dispersas y siempre en flujo– desmenuce cualquier posible identidad y la haga añicos.

Entonces, ¿qué es el Ecuador? Nos gustaría pensar que es justamente ese espacio de búsqueda y encuentro, de reconocimiento de lo distinto y respeto de lo marginal. No siempre es el caso. Cuántos desaciertos se evitarían si adoptáramos el diálogo como nuestro signo.

Con ese espíritu, en este número descubriremos a las plantas carnívoras, que son distintas de las otras plantas pues se alimentan de animales, utilizando las más ingeniosas y heterogéneas estrategias para atraparlos. Nos embarcaremos en una regata de balsas por el río Carrizal, escenario de truculentos y apetitosos contratos, pero también de una vibrante cultura ribereña que pocos conocen. Por último, conoceremos la más nueva de las reservas naturales del país y la primera en el mar continental: la reserva marina Galera San Francisco. Acompáñennos; diez años más.

 

Correo

Debate minero

Con respecto al artículo “Minería: promesas insostenibles”, aparecido en la edición 54, quisiera comentar lo siguiente:
Estoy de acuerdo en oponernos a la minería, siempre y cuando seamos consecuentes y también nos opongamos a sus secuelas: la electricidad, el carro, el televisor, la refrigeradora, la casa de hormigón, el agua entubada y la bicicleta.
Lo ideal es encontrar una solución intermedia, con un nivel modesto de consumo que pueda ser sustentable.
Bruce Hoeneisen, Quito

Con pena constatamos que el sencillo y razonable principio que sugiere Mary Ellen Fieweger en su artículo “Promesas insostenibles” (no. 54) no tiene cabida en la ley minera que está por aprobarse. Ella nos cuenta que en Wisconsin, Estados Unidos, la ley permite la minería, pero exige a la empresa que solicita el permiso que “provea un ejemplo (uno solo) de operaciones mineras en los Estados Unidos o Canadá que no haya tenido impactos importantes en el agua” después de una operación de diez años. Es decir, que demuestren que su promesa –una “minería ambientalmente responsable”– ha existido en algún lado o es posible.
Quizá el sector minero que diseñó la ley para el Ecuador teme que ocurra lo que en Wisconsin: en diez años de vigencia de la ley, ninguna de las solicitantes ha podido presentar un solo ejemplo de minería que no cause grave contaminación de las fuentes de agua.
Amanda Blázquez, Loja

Contaminación visual

Hemos estado como adormecidos ante el paulatino asalto al espacio público por parte de las empresas de vallas para anuncios publicitarios. ¿Quién les ha dado el derecho a estos señores para ensuciar el campo visual de todos? ¿Por qué nadie hace nada? Ojalá que su último abuso –la instalación a lo largo de la ciudad de brillantes pantallas que ni siquiera dejan dormir– despierten a autoridades, colectivos y ciudadanos… ¡Alguien, por favor, ponga un límite!
Diego Matute, Quito

Fiesta brava

Durante las fiestas de Quito tuve una invitación para asistir a una corrida de toros. No había ido a una desde el colegio, y más que de los toros en sí mismo me acordaba de la fiesta que ocurría en las últimas filas de general. Esta vez me senté muy cerca al ruedo y percibí todo de una manera diferente. La matanza de los toros y la destreza de los toreros me dejaron perpleja. Lo que más me sorprendió es que a pesar de que sufrí mucho por la suerte de los toros, pude disfrutar de la corrida. Esto me pareció muy contradictorio, pues me considero una persona ambientalista, y me da mucha pena el sufrimiento de los animales, como a muchas otras personas que están en contra de la fiesta brava.
Creo que sería muy interesante que Ecuador Terra Incognita, por su interés en temas ambientales y culturales, presente una investigación que nos ayude a entender de manera más profunda este tema tan polémico, y así contribuir al debate. Por lo pronto, pienso que sería muy bueno que haya una evolución en esta manifestación cultural a una fiesta menos cruel y más sensible. Que sea un tributo al ganado vacuno, que es sacrificado para llenar los platos de muchos ecuatorianos.
Soledad Valladares, Quito

Aclaración

En el artículo “Edificios de hierba” (no. 57) aparecen fotos de varios tipos de bambú, tanto nativos como introducidos, y no únicamente del sujeto central de la nota, la caña guadúa (Guadua angustifolia).

* Correo es un espacio de diálogo. Envía tus opiniones
o noticias a ecuadorterraincognita@yahoo.com.
Por espacio o claridad, las cartas pueden ser editadas.

 

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