N° 67 - septiembre octubre 2010
 
 
 
ÚLTIMO NÚMERO

contenido
SECCIONES

inicio
archivo
suscripción
quiénes somos
segmentos fijos
índice temático



PUBLICIDAD

nuestro perfil
¿quién nos lee?
nuestros precios




CLUB DE
SUSCRIPTORES


suscripción
museos socios


CONTÁCTANOS

 

 

¿Para qué sirven las
áreas marinas protegidas?


por Jorge Samaniego

Afinales del año pasado el ministerio de Ambiente declaró tres nuevas áreas protegidas marinas: Pacoche, Galera-San Francisco y Santa Elena. Estas se unen al área marina del Parque Nacional Machalilla y a la Reserva Marina de Galápagos en lo que ya va tomando forma como un sistema integral de protección de nuestras costas y mares.

El Refugio de Vida Silvestre y Marino Costera Pacoche protege los bosques secos y de garúa entre San Lorenzo y Pacoche, al sur de Manta, e incluye las cuatro millas de costa y mar desde la línea de playa (ver mapa). En esa parte marina hay bajos, playas y arrecifes rocosos interesantes para la conservación de algunas especies amenazadas, como la tortuga laúd (de la cual se ha registrado anidación en la playa de San Lorenzo), la raya águila manchada o el caballito de mar del Pacífico.

La Reserva Marina Galera-San Francisco queda al sur de Esmeraldas, cerca del límite con Manabí. Estas costas, comprendidas entre Tonchigüe y el cabo San Francisco, han sido “perdonadas” por el desarrollo destructivo que se ha dado en otras áreas, ya que la carretera asfaltada solo llegó hace pocos años. Ahora se intenta implementar un modelo más armónico para la región. La reserva marina es parte de ese esfuerzo (ver ETI no. 57). Comprende 37 kilómetros de costa y, desde allí, todo lo abarcado hasta los ochocientos metros de profundidad, englobando 54 mil hectáreas: la reserva marina más grande aparte de Galápagos. En esta zona se busca proteger, a través del manejo conjunto con los pescadores artesanales de poblados como Quingue, Estero del Plátano, Galera o Caimito, importantes recursos pesqueros que utilizan los arrecifes, caletas y estuarios como zonas reproductivas. Además, su potencial turístico es interesante, pues alberga lo que parecería el remanente más grande de coral negro en el país y toda la variedad de peces multicolores asociados a él. También se pueden observar ballenas jorobadas, e incluso se han reportado encuentros con el impresionante tiburón ballena, el pez más grande que existe.

En ambos casos, se trata de zonas más bien alejadas de poblados grandes o centros turísticos importantes. La tercera de las nuevas reservas, por el contrario, tiene como su centro el balneario de Salinas, y sus atractivos incluyen sitios emblemáticos y muy frecuentados por turistas: Mar Bravo, La Chocolatera, La Lobería o Punta Carnero. De hecho, uno de los objetivos de la Reserva de Producción Faunística Marino Costera Puntilla de Santa Elena, como lo explica una de sus propulsoras, la Fundación Ecuatoriana para el Estudio de Mamíferos Marinos (FEMM), es asegurar que las condiciones para los miles de bañistas que llegan sean seguras y sanas, libres de contaminación y abundante en vida silvestre de la que puedan disfrutar.

Además, la zona tiene peculiaridades marinas que nos interesa conservar. Hay importantes zonas de corales y gorgonias (un tipo de coral que asemeja arbustos), y toda la vida que está asociada a ellos. También existen peces de interés comercial, pero la estructura de tamaños hallada en sus poblaciones evidencia que ha existido sobreexplotación. Una proporción considerable de los habitantes se dedica a la pesca artesanal, como lo testifica la presencia de los dos puertos más grandes del país para esta actividad: Santa Rosa y Anconcito. Es, pues, muy importante implementar un esquema de manejo para recuperar estas pesquerías y hacerlas sustentables.

Una particularidad que tiene esta área es que la plataforma continental en este punto es estrecha y en pocas millas las fosas oceánicas alcanzan hasta 1 500 metros de profundidad, por lo que se pueden conservar especies tanto oceánicas como costeras en relativamente poco espacio.

Como vemos, las reservas marinas sirven para muchas cosas, dependiendo de las características de cada área. En el caso de las tres nuevas reservas, sus realidades y necesidades son muy distintas, por lo que los objetivos que se persiguen con las declaratorias son diferentes. En todas, sin embargo, lo que se pretende es conservar elementos que son únicos o particularmente valiosos, y que de alguna manera pueden estar amenazados si no se toman medidas. Otra razón evidente es que los usuarios de estas áreas se han diversificado y/o han intensificado su uso. Donde antes solo habían pescadores artesanales, ahora encontramos observadores de ballenas, buzos deportivos, bañistas, pescadores industriales y demás. Si no se ponen de acuerdo mediante un plan de manejo que incluya vedas, límites y zonificaciones, los recursos se agotan y los conflictos proliferan.

Desde una visión más amplia, más allá de lo local, estas reservas tienen gran importancia en la conservación de la biodiversidad y de los recursos marinos de la región. Los mares ecuatorianos están en la zona de confluencia de dos “provincias” ecológicas marinas, la del Pacífico Central Tropical, que viene desde Centroamérica, y la de la corriente de Humboldt, que abarca hasta Chile. Eso significa que la flora y fauna marinas de nuestras aguas son particularmente ricas y variadas, pues comparten elementos de las dos regiones. Además, muchas de las especies que se pretenden conservar –incluyendo muchas pesquerías– son migratorias. Así, tiburones, ballenas, atunes, tortugas o picudos necesitan corredores más o menos continuos donde estén protegidos a lo largo de sus extensos recorridos. Con proteger zonas aisladas no basta. Las tres reservas recientemente creadas son parte de iniciativas en este sentido, como la Red Regional de Áreas Costeras y Marinas Protegidas del Pacífico Sudeste o del Corredor Marino de Conservación del Pacífico Este Tropical (ver ETI no. 46), que abarcan los mares de varios países e implican a organismos y autoridades de todas las escalas y áreas de actividad

A despedir a las jorobadas

El mes de septiembre es el último en que se puede observar a las ballenas jorobadas frente a las costas de nuestro país. Esta actividad se ha convertido en una importante fuente de ingreso para las economías locales. Las reservas marinas pretenden, entre otras cosas, proteger recursos como este mediante reglamentaciones. Aquí les presentamos los lineamientos que se han establecido para la observación de ballenas en nuestros mares. Cuando vayas a despedirlas, por favor cúmplelos y pide que los cumplan.

a) Mantenerse al menos a 100 metros de las ballenas, siempre atrás de los animales.

b) Durante el acercamiento, disminuir la velocidad a 5 nudos.

c) La embarcación debe ajustarse a la velocidad y rumbo del último cetáceo del grupo observado, sin intentar afectarlos de forma alguna.

d) Si una ballena se aproxima a una embarcación, se debe detener la nave poniendo el motor en neutro y esperar a que el animal vuelva a distanciarse hasta 100 metros.

e) La embarcación debe evitar realizar cambios bruscos de velocidad y/o dirección durante el proceso de observación.

f) La retirada debe ser en dirección contraria a la que lleva el cetáceo, y observando la velocidad máxima de 5 nudos hasta estar a 400 metros.

g) El tiempo máximo de observación es 30 minutos. En caso de grupos de ballenas con crías, la observación se limitará a 15 minutos a una distancia de 200 metros.

h) Solo tres embarcaciones podrán observar al mismo grupo de ballenas al mismo tiempo.

i) Está prohibido nadar o bucear entre las ballenas o delfines.

k) Está prohibido alimentar a los cetáceos y lanzar desperdicios al mar.