Constantemente
nos comunicamos mediante imágenes. La
cantidad de información que se puede
intercambiar y analizar de esta manera es enorme.
Se puede captar visual- mente una breve mirada,
un saludo, contemplar un paisaje, hasta observar
las actitudes de las personas presentes en una
plaza o un estadio. Así mismo, también
enviamos información mediante gestos,
expresiones, movimientos, actitudes, etc. Todo
esto hace del “lenguaje visual”
una forma muy común de comunicación,
en la cual los ojos son el medio principal.
Lastimosamente, el estilo de vida que muchos
llevamos ha hecho que las imágenes, como
medio para transmitir información, pierdan
valor e importancia. En medios como la prensa
escrita, la TV, el cine o la Internet se transmiten
íconos de todo tipo: luchadores de caricatura
que destrozan a sus rivales, fotos de cadáveres
despedazados en accidentes, sexo virtual en
la pantalla del computador, políticos
bailando en tarimas. Si bien la tecnología,
que permite transmitir imágenes, debería
ayudar a “culturizamos” visualmente,
por el contrario, envía información
que, en su mayoría, es molesta e incluso
denigrante. Y muchos no notan la diferencia.
En términos de lenguaje visual, posiblemente
aún somos analfabetos.
Un ejemplo de este fenómeno puede verse
en la ciudad de Quito. Recordemos el majestuoso
hongo volcánico visto por toda la población
el 7 de octubre pasado. Un espectáculo
hermoso, sin duda. Hoy podemos encontrar esta
imagen en cada rincón de la ciudad, en
afiches y llaveros. También se han incluído
en la vida cotidiana quiteña fotos del
amenazante volcán Tungurahua sobre la
antes concurrida ciudad de Baños. Sin
querer desmerecer con lo anterior la importancia
histórica de estos eventos, que quedarán
marcados en nuestras mentes y posiblemente se
conviertan en símbolos de un milenio
que terminó, cabe hacer la pregunta:
¿es la explosión del Guagua Pichincha
la imagen de mayor relevancia en nuestra capital?
¿Acaso no están siendo desplazadas
y olvidadas otras imágenes típicas
de la ciudad de Quito? ¿Qué pasaría
si olvidamos por un instante los afiches de
la erupción del Guagua Pichincha y del
Tungurahua y salimos en busca de imágenes
que nos transporten a otro nivel de comunicación?
Para realizar esta búsqueda, es necesario
usar muy bien los ojos. Ellos captarán
por nosotros todo lo que el mundo ofrece, siendo
nuestra labor el discernir qué imágenes
ayudarán a nuestro aprendizaje visual.
Entendiendo esto podemos empezar un recorrido
para adiestrar estos importantes receptores
de información.
Trasladémonos un momento a una de las
plazas más populares de la ciudad de
Quito: La Plaza Grande. Allí seremos
testigos de una escena singular: jubilados reunidos
para intercambiar anécdotas, lustrabotas
y mendigos en busca del pan diario, fotógrafos
que anhelan encontrar la foto deseada o tratan
de ganar unos cuantos sucres sacando instantáneas
al público, grupos de fanáticos
religiosos en intento de dejar un mensaje a
los que, para ellos, somos “pecadores”,
carameleros, vendedores ambulantes, guardias,
teatreros de la calle, familias de paseo, jóvenes,
niños, gente en busca de un espacio y
un tiempo. En fin, las imágenes “hablan”
por sí solas. Por un momento, centremos
nuestra mirada en alguna de ellas.
Al ser el ojo el principal protagonista de esta
búsqueda de imágenes, trata de
encontrar algo peculiar y dirige su atención
hacia unos ancianos reunidos en una banca. Sus
rostros revelan un largo trajinar y, en algunos
casos, cansancio y dolor. En ellos se ve resistencia
al tiempo, intentan que regrese el pasado mediante
relatos que van acompañados de ademanes
y risas. Inmediatamente, con Biblia en mano,
creyentes de una religión desconocida
se acercan a este grupo que debate con fuerza.
Se puede observar desde lejos cómo, con
insistencia, hablan de su doctrina y de su verdad
a los viejos de la plaza. No es necesario ofr
nada, los gestos lo dicen todo. Inmediatamente,
un personaje se levanta de su banca y grita
con fuerza contra los fieles, que retroceden
con temor, provocando las risas de todos los
observadores.
Lee
el artículo completo en la edición
No 7
de ECUADOR TERRA
INCOGNITA |
|