El mes pasado, se presentó el documental La vida de un río, de Jorge Anhalzer y Naia Andrade. Narra una tragedia familiar que, de tan cotidiana, pasa inadvertida: la historia de un río que nace impoluto y hermoso, se ve devastado por acción de los humanos que viven en sus orillas, y desemboca en el mar convertido en un torrente de contaminantes. Sobre el río Pita publicamos un artículo hace dieciséis años (ETI 58). Aunque nuestro recorrido fue mucho más corto, relata la misma tragedia: al llegar a los valles aledaños a Quito, el río Pita se ha convertido en una cloaca. Las desgracias se multiplican para cuando el Pita se hace San Pedro y recibe al Machángara. Este río podría ser, con facilidad, el más sucio del Ecuador; allí solo sobreviven virus y bacterias capaces de transmitir enfermedades.
El documental sigue este torrente —ahora transformado en río Guayllabamba— a medida que suma contaminación y maltratos hasta convertirse en Esmeraldas. La vida de un río, en realidad refleja la suerte de todos los ríos que cruzan por zonas habitadas y productivas del país.
La película despertó la atención pública. A su emisión siguió una demanda colectiva liderada por el pueblo Kitu Kara y el Cabildo Cívico de Quito para que se reconozcan los derechos del Machángara a fluir y a mantener su identidad, integridad y funciones. También para que se garantice el derecho de sus habitantes (humanos y no humanos) a un ambiente sano, al agua y la salud. Más de treinta colectivos expusieron sus argumentos frente a un tribunal y, a inicios de julio, se reinstalará la audiencia para resolver si el municipio de Quito (la parte demandada) está obligado a iniciar la “reparación”.
La demanda, además, sugiere una serie de medidas integrales para sanar al Machángara y recuperar sus riberas. Esta vez, lo que se busca es una restauración integral basada en la comprensión de los sistemas naturales, no solo parches técnicos. También se busca que el municipio asuma compromisos reales (en 2013 anunció que descontaminaría el Machángara, pero incumplió a pesar de que incluso había el financiamiento) y los convierta en políticas públicas efectivas.