En las últimas dos décadas, los avistamientos de osos de anteojos en Ecuador han aumentado de forma exponencial. En los páramos de Antisana, Papallacta o Cajas, los bosques nublados de Tandayapa y Maquipucuna o los bosques andinos de Pimampiro se reportan encuentros con regularidad. Esto ha convertido al oso en un emblema de la conservación.
Sin embargo, estos avistamientos podrían ser el resultado de cambios desfavorables en los paisajes que el oso habita. Actividades como la agricultura y ganadería o la construcción de carreteras han ido penetrando en sus hábitats, partiéndolos en fragmentos cada vez más aislados y degradados.
Al haberlos acorralado con nuestra presencia, quizá no deba sorprendernos que los encuentros ahora parezcan más frecuentes, explica Daniela Fernández, de la fundación Cóndor Andino. Además, el deterioro de sus hábitats los llevaría a explorar zonas agrícolas e incluso las inmediaciones de hoteles para encontrar comida.
Por el contrario, argumenta Santiago Molina, quien ha estudiado al oso andino por años, hay otros factores, como la proliferación de plantas útiles para el oso en paisajes donde la cacería está controlada. En Antisana, Cayambe o Cajas es frecuente observar osas y sus crías alimentándose de achupallas. Esta probable disminución de la cacería y el consiguiente menor recelo a los humanos podría explicar la mayor frecuencia de avistamientos, argumenta el ecólogo Santiago Espinosa.
Este mismo hábito, no obstante, puede ser fuente de nuevos riesgos, dado que pueden acercarse a zonas agrícolas o donde hay animales de cría, donde se generan conflictos que pueden derivar en la muerte de los osos. Esa cercanía también puede ser causa de contagio de enfermedades de los animales domésticos.
O los oseznos pueden quedar separados de su madre por barreras humanas, como carreteras o cultivos, que fue el motivo de un reciente rescate de dos oseznos que ahora son cuidados en el zoológico de Quito.
Por último, enfatizan los expertos entrevistados, la frecuencia de avistamientos conocidos también se explica por el uso permanente de teléfonos celulares con cámaras. Así, un encuentro con un oso en cualquier montaña que antes pasaba desapercibido, ahora puede volverse popular en cuestión de minutos, lo que genera la falsa idea de que estamos “rodeados de osos”. En realidad, estos animales siguen siendo bastante raros. Se estima que en Ecuador no existen más de 2 mil osos de anteojos silvestres.