N° 65 - mayo junio 2010
 
 
 
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Urbanismo sostenible

Repensar la ciudad


por Diego Lombeida*

Como para muchas de las personas que tenemos una vocación ambiental, mi deslumbramiento con las maravillas de la naturaleza comenzó en la ciudad de Quito. Hace casi cuarenta años, la ciudad era más verde y estaba más llena de animalitos. En el barrio norteño donde crecí se podían encontrar ranas en los estanques y charcos de los parques y canchas deportivas que se inundaban con las frecuentes lluvias. Los primeros renacuajos que crié se convirtieron en ranitas marsupiales y aún podíamos jugar con jambatos, ahora desaparecidos. Recuerdo que en mis paseos de infancia por el centro histórico me asombraban el vuelo de los colibríes y la enorme diversidad de aves que se observaban fácilmente.

Durante mis estudios de biología y ahora en mi carrera profesional, he tenido la suerte de ver algunos de los portentos naturales en los que el Ecuador es tan pródigo. Sin embargo, sigo llevando a mis estudiantes en recorridos de observación de aves dentro de la ciudad. Redescubrir la fauna y flora urbanas que aún persisten y constatar lo que se ha perdido nos invita a replantear la ciudad bajo una perspectiva ecológica y a darnos cuenta de sus debilidades y oportunidades con respecto al ambiente.

Un enfoque ecológico reconoce a las ciudades como un ecosistema novedoso y artificial, pero que debe responder a las mismas reglas ecológicas que el resto de sistemas naturales del planeta, cuyas complejidades y sinergias las vuelven algo mayor que la simple suma de sus partes.

Un ecosistema es una comunidad donde organismos vivientes interactúan con los elementos y la energía. Una ciudad, al igual que un lago, tiene un patrón concéntrico de zonas donde fluyen energía y nutrientes entre sus habitantes. Pero a diferencia del lago, donde las algas superficiales y las plantas ribereñas producen, mediante fotosíntesis, la energía que sus habitantes necesitan, la ciudad requiere para funcionar de un constante aporte de combustibles (que no son sino almacenes de fotosíntesis pasada). Las innumerables máquinas con las que convivimos, el calentamiento o enfriamiento de nuestras construcciones y, especialmente, la enorme y generalmente ineficiente red de transporte, consumen muchísima energía y producen gran contaminación.

Asimismo, la ciudad importa prácticamente toda la comida de sus habitantes. En los ecosistemas naturales, los nutrientes que requieren los animales para sobrevivir son producidos dentro del propio ecosistema por las plantas. Pero la superficie que se requiere para producir los alimentos de los habitantes urbanos no se ha incluido en las zonas residenciales, comerciales e industriales de la ciudad. La alimentación urbana requiere de la creación de otro ecosistema artificial: los agroecosistemas, que son nuestras zonas cultivadas y que se caracterizan por tener un fuerte subsidio energético en cuanto a maquinaria y fertilizantes. Esta enorme cantidad de energía generalmente no se toma en cuenta en el presupuesto energético de la ciudad, pero en realidad es allí donde se consume. A este valor debemos sumarle los combustibles necesarios para llevar los alimentos desde sus sitios de producción, que en ocasiones están en otro país, hasta sus destinatarios en la ciudad. El altísimo metabolismo que este esquema requiere hace que las ciudades se consideren como hot spots energéticos en la superficie terrestre.

Otra peculiaridad de la ecología de las ciudades es que el sol y la lluvia no suelen ser vistos como beneficios sino como problemas, puesto que el sol no es la fuente principal de energía, como en otros ecosistemas, sino que más bien genera calor, y su agua no proviene de la lluvia, sino de reservorios, a menudo distantes, donde se la potabiliza. En este sentido, el tenaz consumo energético de la ciudad y el flujo de materiales y agua están ligados a una constante emisión de gases, agua contaminada y basura. Esta relación, que tantos problemas causa, puede atenuarse en base a usos más eficientes, pero este es un problema que persiste y que no tiene visos de solucionarse en el corto plazo.

¿Son entonces las ciudades un error ambiental y deberían desaparecer? Un hecho interesante es que la propia densidad humana que tantos problemas causa, también hace posible que alternativas como la eficiencia energética, el transporte masivo y el reciclaje, que en los ambientes rurales resultan a veces muy complicadas en términos costo/beneficio, se vuelvan atractivas para la ciudad.

El uso eficiente de la energía significa usar menos para producir el mismo nivel de servicios. En el caso de las ciudades, los mayores gastos están en la iluminación y el control de la temperatura. Ahora son comunes los focos eficientes, cuyo desarrollo sigue. Podemos también reducir el consumo en aire acondicionado y calefactores gracias a mejores diseños y al uso inteligente de materiales de construcción, para atrapar y reciclar el calor y el frío.

La eficiencia energética está asociada con la nueva tendencia de “construcción ecológica”: el diseño de estructuras que mantengan relaciones mutuamente beneficiosas con los elementos circundantes. Esto parte de lo que se conoce como “diseño verde”, cuyo objetivo es minimizar los impactos ambientales negativos de las construcciones. La construcción ecológica va más allá, al diseñar estructuras que formen parte integral y benéfica de su ambiente particular. Imaginen edificios que funcionen como árboles, aprovechando superficies que normalmente no cumplen ninguna función, como los techos, para capturar agua y aprovechar la luz solar mediante cultivos para los habitantes urbanos. Estos alimentos cultivados intramuros al mismo tiempo reducirían el impacto de su transporte.

Estas y otras posibilidades tienen como objetivo reducir nuestra “huella ecológica”, que es el promedio de la producción biológica del planeta que cada uno de nosotros, nuestras industrias y ciudades consumen para seguir funcionando. Así, una huella ecológica menor y la generación de interrelaciones positivas con su entorno, son las metas que debemos buscar en nuestra reinvención de la ciudad sostenible


*Diego Lombeida es zoólogo; estudia la evolución de los vertebrados y es profesor de la PUCE. akira_ec@yahoo.com