N° 34 marzo - abril 2005
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Por Julio Pazos B.
Ilustración: Esteban Garcés

Elevados como el Chimborazo


Elevados se usa en lugar de despistados o distraídos, y nada tiene que ver la expresión con la montaña, y si tiene alguna relación esta es la referencia a la altura, es decir, a la cantidad de distracción. Pero quien llegue en julio a las tierras que preside el Chimborazo encontrará iluminadas las cimas de otros montes y el fresco contraste de las sombras de los eucaliptos aromáticos.

A Penipe iba la gente para proveerse de manzanas y tortillas. Los cajones de la fruta bajaban de Bayushing y las bonitísimas se asaban en piedra laja. Harina de maíz calentado, agua, manteca y una pizca de sal era la masa. Rellenaban las pequeñas tortas con quesillo y luego las colocaban, en orden, sobre la piedra caliente. Se las untaba con manteca de cerdo y se las viraba hasta dejarlas con las caras crocantes. Platillos iban y venían en las esquinas, porque en Penipe se instalaban los fogones en las aceras y los comensales se sentaban en largas bancas bajo las sombras de los aleros. En otro tiempo debió ofrecerse chicha de morocho, pero a consecuencia del progreso, entró la costumbre de las colas de colores y sobre todo de la ambigua Coca-Cola. No puede olvidarse el ají, y al fondo el paisaje del volcán Tungurahua. En los últimos cinco años las cosas pudieron variar, puesto que la ceniza del empinado coloso cubre todo, hasta las alas de los pájaros desprevenidos.

Bajar de Penipe, cruzar el río Chambo y seguir la vera del río Guano, pasar por Los Helenes y llegar a la matriz de Guano es una ruta desacostumbrada; sin embargo se la puede hacer. Hacia el oriente siempre la vista se encontrará con el temido Tungurahua y en días despejados se observará el Altar o Cápac Urco, rival del Chimborazo, en la mitología de los antiguos habitantes de esta región. Las tierras de Guano son arenosas y un poco secas, el pueblo mismo se levanta junto a colinas rocosas, de un lado y de otro, pero la transparencia del aire permite memorizar las sobrias fachadas de un par de iglesias. Los intensos colores de las alfombras de nudos que se tejen en Guano, desde el siglo XVIII, contrastan con el color pardo de las estribaciones vecinas. Hasta ahora los visitantes buscan las cholas, panes famosos por su color, textura y sabor. Dígase que su nombre proviene de una metáfora y para entender mejor se debe pensar en la mujer andina de piel bronceada, más redonda que larga, y muy dulce por dentro, en el alma, que es lo importante. Así fueron los panes. Pueden seguir siendo si se los amasa con huevos de gallo y gallina, manteca de cerdo y se los asa en horno calentado con leña de eucalipto. No es pedir lo imposible.

Es posible, a pesar de los turbulentos cambios, valorar las buenas prácticas. Si todavía el sol sale todos los días e ilumina la naturaleza y las obras de la gente, ¿por qué no convertir la vejez en juventud?


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