no. 43 - septiembre octubre 2006
 
 
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por Julio Pazos B.


Chontaduro

Suelen ofrecer estos frutos amarillos y rojos, cocidos, en grandes bateas. Son arenosos y los comen con sal. Crudos, se los ve en grandes racimos, tal como los desgajan de la palma. Se dice que en otros países se aprovecha su harina pa­ra confeccionar paste­les, compotas y jaleas.

La palma de los chontaduros -algunos pronuncian chontaru­ros- crece en la selva subtropical, en aquella que no se inunda. Son propias de los declives del Pan de Azúcar, Sumaco y Reventador, montes y volcanes que se tornan misteriosos cuando se ocultan con la densa niebla que elaboran plantas y ríos.

Se ha de suponer que Gonzalo Pizarro, Francisco de Orellana y Gaspar de Carva­jal, en la expedición que salió de Quito y que tan mal terminó para Pizarro, saborea­ron el chontaduro. Pero se sabe que mucho antes del siglo XVI, la gente de esos luga­res lo consumía.

Pero en la actualidad, los habitantes se­rranos que como colonos han levantado pueblos y ciudades en esas tierras, aprove­chan poco del chontaduro, acostumbrados como están a sus secos de carne y de gallina, a sus chicharrones y fritadas con mote. Los colonos serranos apre­cian más la yuca y el plátano. Por cierto, se­rranos nuevos y nativos no entienden la comida sin fideos y arroz. Por si esto fuera poco, escasea el pescado, porque los ríos se han contaminado.

Otra cosa es el regis­tro de las frutas que comen esos habitantes. Estas van desde la granadilla de Quijos, descubierta para la ac­tualidad por el Clérigo. Agradecido, cura de Pimampiro, en el siglo XVII, y a cuya flor lla­mó "flor de la pasión", porque según él, en su corola se podían ver todos los artefactos que se usaron para mar­tirizar al Señor, hasta una forma de uvas gi­gantes muy jugosas; las demás frutas son la mandarina, la lima, el arasá, etc.

La chicha de chontaduro, aderezada con canela, ishpingo y azúcar, muy fría, resulta una bendición cuando el calor hace de las suyas en esas regiones, Un pastelillo amasa­do con harina de chontaduro será una deli­cia, siempre y cuando en él entren huevos, mantequilla y esencia de vainilla. Los nue­vos cocineros tienen en el chontaduro un elemento, casi desconocido, para sus capri­chosas invenciones.


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