Septiembre de 2002
SECCIONES

inicio
archivo
suscripción
quiénes somos
índice
segmentos fijos


ÚLTIMO NÚMERO

contenido


CLUB DE
SUSCRIPTORES


suscripción
museos socios
tarjeta del club

CONTACTO

 

 

Por Diego Tirira
Foto Diego Tirira

Ecuador en bicicleta I
continuación (4 de 6)

En su taller, Papá Roncón afina y pule la marimba, para empezar a entonar aquellas canciones que tanto me gustan y que me acompañarían en mi corto paso por Borbón.

Esto me hizo recordar el nombre de uno de los mejores discos que ha llegado a mis manos, de música afro-ecuatoriana tocada en marimba por el famoso Papá Roncón. Al ver la camiseta le pregunté si sabía tocar marimba. “Claro, pue?, me respondió. A lo que seguí: ¿Y conoce a Papá Roncón? “Soy yo mismito, pue”.

No podía creer lo que me estaba pasando. De pronto el diálogo cambió. Ahora era yo quién empezaba a preguntar con curiosidad y Papá Roncón quien respondía. De pronto mi nuevo amigo insinuó que me quede a descasar esa noche en Borbón. Yo pregunté aparentando ingenuidad, aunque sabía la respuesta, dónde podría pasar la noche, a lo que me respondió: “En mi- casa mismo, pue”. Así que no lo pensé dos veces y es en donde me encuentro escribiendo estas líneas.

Al entrar en casa de Papá Roncón, cuyo verdadero nombre es Guillermo Ayoví Erazo, pude descubrir que es un verdadero maestro y apasionado de la marimba. Mientras conversábamos se puso a pulir y afinar su instrumento, para luego empezar a entonar algunas de aquellas canciones que tanto me gustan de su disco. En la noche, la alegría fue completa cuando me avisaron que a la mañana siguiente saldría una canoa para Playa de Oro.

Domingo 18 de febrero. A eso de las cinco de la mañana, mientras dormía plácidamente, mi sueño se interrumpió por suaves y hermosas notas musicales que emanaban de una marimba. Era Papá Roncón, quien tenía la costumbre de entonar su instrumento a esas horas del día, aprovechando el silencio y la paz de la madrugada lo que le permitía disfrutar de su sonido detectar posibles teclas desafinadas. Yo me levanté y me senté junto a él, silencioso, a disfrutar de su música y su labor.

Antes de las 9h00 me encontraba navegando por el Santiago, un río de aguas transparentes, con frecuentes rápidos y abundante piedra. bola, rumbo a Playa de Oro, un pequeño asentamiento de gente negra, próximo a la Reserva Ecológica Cotacachi-Cayapas. La noche di hoy la pasaré en casa de gente local. En la cena degusté un exquisito plato típico de la zona, el encocado de ratón espinoso, uno entero por persona.

Domingo 25 de febrero. Me encuentro en Coquito, una playa deshabitada cerca di Muisne. La alegría de encontrar huellas frescas de tortugas marinas en la arena fue grande, más aún cuando era evidente que habían construido nidos para depositar sus huevos durante la noche anterior. Noche que no fue alegre para todos; para mí fue sin duda la peor desde que inicié mi viaje. Fui víctima de la “manta blanca”, un tipo de diminutos mosquitos que se filtraron con facilidad a través de mi toldo, e ignorando el repelente, se deleitaron durante toda la noche con las partes descubiertas de mi cuerpo. A la mañana siguiente sus huellas eran evidentes: más de cien dimínutos puntos rojizos en cada brazo y algo similar en el rostro y cuello; afortunadamente no producían picazón.

Miércoles 28 de febrero. Desde la tarde di ayer me encuentro en la provincia de Manabí tierra de gente amable y bellas mujeres, lo que no es difícil comprobar, pues si siguiese el dicho “para muestra basta un botón”, sin problema pudiera conseguir material suficiente para confeccionar todo un vestido.

inicio - archivo - suscripción

CONTENIDO REVISTA 19


continúa

 

portada inicio archivo subscripción inicio portada archivo subscripción