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Por Adriana Reyes y Fernando Villavicencio
Foto Sinchi Sacha / Mundos Amazónicos

Tagaeri, resistencia de un pueblo
continuación (2/3)

Aldea tagaeri aislada en medio de la selva.

Las disputas internas entre los Huaorani, que se habían agudizado durante los años cuarenta y cincuenta, en los sesenta hicieron inevitable su división. El guerrero huaorani Babe, primo de Taga, recuerda así la división del gran clan: “Kimontare era hermano de mi papá. Cuando murió mi padre, Kimontare cogió el mando. Fue todavía más cruel que Nihua. Aumentaron las peleas en la familia. Por la pena de la muerte de su papá, Dabo mató a Buganei, la preferida de las mujeres de Nihua, con cinco lanzas. También mató a Kimontare. Por eso su familia, liderada por su hijo mayor Taga, abandonó la región. Name y muchos otros, hasta unos quince, estaban con él; los Tagaeri corrieron hacia abajo, nosotros fuimos hacia arriba.

Miguel Ángel Cabodevilla, misionero capuchino, nos explica que cuando muere alguien joven dentro del grupo huaorani, esto provoca una reacción terrible en varios sentidos. Primero, si es que el muerto es jefe de un clan, hay una pelea por la dirección del mismo; segundo, porque para los huaorarni la venganza es ineludible, la muerte ocasiona una cadena ininterrumpida de agresiones”. Así es como la muerte de Kimontare, jefe guerrero huaorani y padre de Taga originó la ruptura. La venganza de los Tagaeri y la rivalidad con el gruoo de Babe continúan hasta hoy.

El petróleo

Mientras las etnias disputaban territorios y poder, tratando de reconstruir sus espacios geográficos y sus culturas, se produjo el hallazgo petrolero en zona de caza huaorani, lo que puso a este pueblo en medio de encontrados intereses económicos, militares, antropológicos, turísticos y religiosos.

La apertura de trochas y caminos poco a poco fue demarcando límites de facto entre un supuesto territorio de blancos y uno de indios. Las actividades de los misioneros en la zona y la expansión de la nación quichua por todo lo ancho de la Amazonía se convirtieron en la avanzada de la incursión en territorio huaorani.

Desde comienzos de los años ochenta se inició la fase de explotación de petróleo. Los diferentes gobiernos permitieron el uso de tecnologías contaminantes no adecuadas para la fragilidad de la zona y la construcción de carreteras que facilitaron la colonización. Además, las políticas referentes a las comunidades indígenas fueron delegadas a las empresas foráneas interesadas. Las nefastas consecuencias no se hicieron esperar: la desaparición de los Tetetes bajo el más absurdo y cómplice silencio es una de las páginas más vergonzosas de la historia de la Amazonía. Pueblos y culturas se transformaron o desaparecieron tan vertiginosamente como salía el petróleo y las políticas para precautelar la vida y la cultura fueron tan escasas como inadecuadas.


 

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